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Foto del escritorAleida García

Diferentes cambios de vida

A principios de este siglo, se hablaba con frecuencia de cambios de vida. Yo lo asociaba con cambios de actitud, de parejas, de hábitos alimentarios o algo por el estilo, hasta que me aclararon que se referían a la ceremonia efectuada por un palero, (sacerdote o sacerdotisa de la Regla de Palo Monte, religión afrocubana de origen bantú, también conocida como Regla conga o más popularmente, brujería), que se le hace, como último recurso, a un enfermo de extrema gravedad, con el objetivo de salvarlo, intercambiando su condición de salud con otra persona que morirá irremediablemente.

En esos años, como parte de una política de apertura a las diferentes religiones, se autorizó que en los hospitales se realizaran actos religiosos, incluyendo el rito de cambio de vida. Eso provocó inconformidades entre los trabajadores de los centros asistenciales de Salud Pública y denuncias de personas que perdieron a familiares que, aunque no estaban en riesgo vital, habían muerto mientras se realizaba el referido ritual en la misma sala donde estaban hospitalizados. Se comentaba de varios episodios, sobre todo el de un pequeño, ingresado en un hospital pediátrico, que al día siguiente seria dado de alta por haber evolucionado satisfactoriamente y que había muerto a causa del cambio de vida que le habían realizado al niño que ocupaba la cama al lado de la suya, el cual, a pesar de estar al borde de la muerte, se recuperó, milagrosamente. Siempre pensé que se trataba de hechos casuales, que se atribuían a brujerías, por coincidir con la realización de dicha ceremonia.

No siempre los resultados obtenidos eran los esperados, como sucedió en un caso que conocí. Una mañana, al abordar el ómnibus de la empresa donde trabajaba, me enteré que un trabajador había sufrido, esa madrugada, un infarto del miocardio y estaba en terapia intensiva, debatiéndose entre la vida y la muerte. Todos estaban consternados, era muy conocido porque su vida laboral había transcurrido allí, desde que empezara recién graduado, y ya era sexagenario. Cuando llegamos al centro laboral, una trabajadora, que aguardaba al ómnibus en la entrada, le pidió al chofer que la llevara a buscar a su madre, que era requerida con urgencia en el hospital. Personas bien enteradas, me explicaron que la esposa del infartado la había llamado, solicitándole los servicios de su mamá, una famosa brujera, tratando de salvar a su marido a toda costa. Pocas horas después supimos que nuestro compañero ya estaba fuera de peligro, pero lamentablemente, había ocurrido una desgracia en su familia. Una sobrina, saludable y de apenas 30 años, había fallecido de forma repentina.

Después supimos todos los detalles. En el hospital habían autorizado a la palera para que hiciera su trabajo religioso de sanación con el paciente. De inmediato, médicos y enfermeras abandonaron la sala, temerosos de que al realizar el cambio de vida, les tocara a algunos de ellos poner el muerto. Concluyendo la ceremonia, justo cuando empezaban a normalizarse los signos vitales del paciente, una joven enfermera, que acababa de llegar muy agitada, al momento de traspasar el umbral de la habitación, caía abatida por un infarto fulminante al corazón. Se trataba de la sobrina, que trabajaba en ese hospital, aunque en ese momento disfrutaba de licencia de maternidad por su hijito menor de un año. Cuando le avisaron, muy afligida, acudió a la mayor brevedad, dejando al bebé con su papá. Quería mucho a ese tío, que siempre había estado cerca de ella. Quizás el estrés ocasionado por la preocupante noticia y el esfuerzo físico al subir corriendo las escaleras, desesperada por la tardanza del ascensor, sumados a la impresión de encontrarse con tan extraño ritual, fueron los desencadenantes de su imprevisto fallecimiento.

No obstante, ante las protestas de la población por este y otros hechos semejantes, poco después se prohibieron la realización de cambios de vida en los hospitales. Ya no se comenta sobre ese tema. Pasó de moda.

Veinte años después, ya octogenario, el tío disfruta de buena salud. Es posible que otro cambio de vida, ajeno a la brujería, haya contribuido a su buen estado fisico. Siguiendo orientaciones médicas, abandonó los hábitos tóxicos del cigarro y el alcohol, comenzó a realizar ejercicios físicos moderados y a alimentarse adecuadamente.



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