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ALEJANDRO ZAPATA ESPINOSA

Alejandro Zapata Espinosa (Itagüí, Colombia, 2002): licenciado en Literatura y

Lengua Castellana (TdeA); maestrando en Educación (USC).


Fotografía: Ana Sofía Manco Espinosa


EL LUGAR


La siembra, que no ha empezado, permite abrigarse en las decisiones, en el silabeo que dura hasta los treinta y se restituye décadas después. Aún el sendero persiste, se desfleca, da figura a la manía que en ratos de compensación deberá proveerse.

Sí, no era la firmeza temprana, el cogote arrimado, sino la desnudez en invierno, el humo secando las cigarras al borde del catre. La puerta, la pared mojada, el divorcio de lo que proponía, candado y gramo, asentarse sin haberle correspondido a la porción de viaje, estornudo y trinchera.

En busca, en procesión y en decadencia al lugar, al sitio elegido, quizá inevitable o no imaginado, proceso que necesita de la sangre en fuga para dar contorno e iluminar sus restos, imagen no afeitada, sin almizcle ni polvos, teniéndose en espera por el elegido o los circundantes. Nombrarlo y pensar en él para que vivan sus desentendidos, sus colapsos rutinarios, la venda y el mecanismo fósil.

«No quiero ligaduras de astro ni de viento / Ligaduras de luna buenas son para el mar y las mujeres», para regocijo de entendidos y clausuras; el barco de paloma en cenit, las intermediaciones hacia lo descifrado, mención de aires y catapultas, lenta pérdida del contoneo que recupera aire entendiéndose con extraños, hijos de un racimo y de uvas maduras, consistencia de saberse apetito mas no recodo. Para los unos, la urgencia de las obligaciones; para la madre, la seguridad de la pólvora; y a los silentes, una carcajada a medio sueño, contra las ternuras de algodón por frialdades de tabla.

Y sin quejumbre, solo el rescoldo soplando su propio tibio, la serpiente llenándose con una liana angulosa, que grita y pide socorro a un verde que desde ya la reclama: fruto colgante, marea perdida, ración para que los otros se asienten, corten las maderas y se hagan sus mecedoras; para el contento la repetición es suficiente, y los días pronunciados y las fechas amarradas, cuando no el hambre a deshora, el malentendido y la pisada al calloso; para unos el horario, el apellido y la empresa, que los otros son gente con tabaco y charlas que bauticen, prolongación y comentario: La Caída vive en otro alcalde, si en el negocio hay parva y botellones y limón entonces es amigo, el accidente es prueba de que una vez más, entre todos, hay algo por hacer, no nos han cerrado la entrada y viniendo del baño a las sillas surgirá un papelito.

Notando el sustratum, ¿no enriquecerá sus alternativas valiéndose de tierras y campamentos, llevándose como cantimplora a los labios grises? Atraer a sí, al núcleo, la fluorescencia cercana, el pálpito enemigo y los rescates a medianoche. Tener una patria que reciba el plato ofrecido, y agradecer con todos los que la inundan, calañas y gentiles, y cebarlos de a bocado.


El Pedregal, junio de 2025


 
 
 

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