Ingrid Susana Broschek López
- entre parentesis
- 25 nov 2023
- 5 Min. de lectura
Nacida en Santiago de Chile en 1956, radicada en Suecia desde el año 1975. De profesión Educadora de Párvulos, actualmente jubilada.
Publicó su primer libro “La mujer que me habita” el año 2021 en Chile, Editorial Ediciones Cerro Huelén.
Ha participado con publicación de poemas en dos Antologías.
Actualmente prepara su segundo libro de poesías y pequeños relatos, que espera ver la luz a comienzos de 2024.

Claudia y sus historias de vida
No era fácil imaginar cómo sería el final de este día, la verdad es que para Claudia había comenzado con una tristeza absoluta, y no se acordaba de haber vivido días como este. Sin embargo, con el pasar de las horas se daba cuenta de que había experimentado muchos otros con estas características, dónde la melancolía le había embargado y el llanto y la rabia invadieron su ser, justo cuando montada en su bicicleta se dirigía al trabajo. EL fin de semana había sido relativamente tranquilo, compartiendo con el hijo de ambos y familia en la casa de campo que habían comprado años atrás para poder reunir a la familia al completo. La casa era hermosa, amplia y estaba situada en el tope de una colina y rodeada de bosque y un precioso lago que les permitía en los meses de verano disfrutar de la grandiosa pero apacible naturaleza. Aquí no cabía lugar a las discusiones o peleas que en realidad rara vez se producían entre ella y su esposo Ricardo. Más bien alguna vez Ricardo hacía algún comentario un tanto irónico que producía gran desazón en Claudia y esta quedaba paralizada y no era capaz de responder y su reacción era el silencio y el llanto a escondidas, encerrada en su habitación o fuera en el inmenso jardín que rodeaba la casa.
Ricardo junto a sus hijo y familia habían paseado en el bosque mientras Claudia elegía quedarse en casa con el pretexto de preparar la comida y ordenar algunas cuestiones que requerían de su trabajo. En realidad, lo único que ella buscaba era estar unas horas a solas para poder dar rienda suelta a sus miedos y tratar de deshacerse de aquellos pensamientos que a menudo la visitaban y que eran horriblemente autodestructivos. Claudia era una mujer de unos 45 años, de aspecto físico atractivo y además cariñosa y siempre dispuesta a ayudar a los demás, dejando siempre el espacio libre para que otros brillaran y ella poniéndose en segundo o tercer lugar. Cuando regresaban a casa ese Domingo, sentados en el coche, no había ningún intento de mayor conversación, la música ocupaba el espacio y Claudia escuchaba atentamente y apreciaba el paisaje exterior. Estaba triste, no lograba contener las lágrimas y en un momento Ricardo le preguntó si le pasaba algo a lo que ella respondió negativamente con la cabeza sin siquiera mirarlo para que no descubriera que estaba llorando. Ya una vez en casa y luego de recoger todo lo que traían, hay que decir que ambos eran un tanto pedantes con el orden y la limpieza, recibieron la visita de la hija menor con su marido y el pequeño niño que contaba apenas con dos añitos y era la delicia de sus abuelos, sobre todo de Ricardo a quién le encantaba jugar y entretener a los niños y podía pasar largos momentos mostrándoles los cuadros de la casa e inventando historias que emanaban de ellos. Claudia que por supuesto también amaba a sus nietos se dedicaba a regalarles con atenciones culinarias y desaparecía en la cocina para tal menester, era su forma de mostrarles su amor.
Ricardo aprovechó para regalar a su hija el recién publicado libro de poesía y con un comentario que su hija o no entendió o prefirió no escuchar, dijo que el libro ya había provocado conflictos entre Claudia y él. A Claudia le pareció impropio el comentario y no entendió el porqué del mismo. El libro había sido escrito hacía un tiempo ya y ella misma había ayudado a corregir y a leer varias veces, también contaba en su portada con una fotografía de ella que Ricardo le había hecho y elegido para tal circunstancia. A ella le había parecido que el libro y sus poemas eran hermosos y nunca había reaccionado en forma negativa ante el mismo, pero justo ahora y revisando los acontecimientos del último tiempo, cuando Ricardo trabajaba intensamente para concluir y ver publicado su libro, fue que Claudia notaba algo diferente en él. La persona que lo estaba ayudando con los detalles finales era una mujer joven que a menudo llamaba por teléfono y sostenía largas conversaciones con Ricardo. También él en una oportunidad le había hecho un par de comentarios refiriéndose a que una o dos mujeres que habían trabajado con él durante el último tiempo, habían expresado cierto interés en mantener otro tipo de relación con él, más íntima, pero que por supuesto no había llegado a concretizarse. -Por qué se lo había contado a Claudia? - Además, justo ahora cuando ella se encontraba pasando por un período de cierta depresión y esto lo único que conseguía era agravar su melancolía. Desde ese momento Claudia sufrió de unos celos enfermizos y los focalizó en el libro recién publicado. Comenzó a leer y releer el libro buscando algo que identificara a las musas de los poemas, alguna pista que le digiera quién era la inspiradora de tantas bellas palabras, trataba de reconocerse en ellos ya que siempre había pensado estaban escritos para ella, pero mientras más leía más lejos se encontraba y al final ni siquiera era capaz de reconocerse en la bella mujer que ocupaba la portada del libro, se miraba al espejo y miraba la imagen del libro y no lograba encontrar similitud alguna. Todo esto empezaría a poner de manifiesto su tristeza y comenzar a hacerle pequeñas escenas de celos a su marido que las recibía con malestar y devolvía con comentarios irónicos que lo único que lograban era endurecer y malgastar más la relación entre ambos. A tal punto que en un momento Ricardo había pensado suspender la publicación del libro para evitar un problema mayor.
Claudia no había sentido tanta tristeza desde la muerte de su madre acontecida dos años antes, pero entonces sabía muy bien la razón de su tristeza, ahora era muy distinto y mientras más lo pensaba y se encerraba en si misma aumentaba su gran depresión y ya no sabía si era la misma depresión la que le producía los celos espantosos o si era el miedo a perder a Ricardo y la mera posibilidad de que hubiera tenido una relación íntima con su amiga y colaboradora. El miedo se apoderó de ella y mientras más pedía cariño y muestras de amor de su marido, este se alejaba cada vez más y no lograba entender por qué justo ahora en que debían estar contentos y orgullosos por la publicación del libro, todo se había transformado en una verdadera tragedia y la alegría se había esfumado.
Algunos meses después cuando la tormenta había amainado y pudieron conversar en forma tranquila sobre lo ocurrido, llegarían a la conclusión de que Claudia lo único que necesitaba era el amor de Ricardo, ella había construido su vida en función de la del, era como un apéndice que no tenía vida propia y se sentía desfavorecida en su condición de mujer, no llegaba, no alcanzaba, pero no porque Ricardo hiciera o digiera algo que producía este sentimiento sino más bien por el hecho probablemente de que Claudia siendo ocho años menor que él y sin haber alcanzado a crecer y desarrollarse antes de conocerlo, había entregado toda su vida, todo su ser interior en función de lo que él quería o anhelaba. Era el resultado de una relación dispar que difícilmente podría llegar a buen puerto y probablemente estos conflictos seguirían produciéndose en el futuro. La pregunta era cuándo sería la próxima crisis y como sería su desarrollo y final. Por ahora habían decidido pasar página y seguir adelante.
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