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Una serpiente abrazada a la guitarra Rosetta Tharpe, madre del rock

“Podía cantar hasta hacerte llorar y después cantar hasta que bailaras de alegría. Ayudó a mantener viva la Iglesia e hizo gozar a los santos”

Epitafio de Rosetta Tharpe


“…era todo menos común y simple, era una gran mujer, bonita y divina, por no decir sublime y espléndida. Tenía una poderosa fuerza de la naturaleza (...) Estoy seguro de que muchos jóvenes agarraron una guitarra eléctrica después de verla” Bob Dylan



Rosetta Tharpe, nació como Rosetta Nubin en Cotton Plant, Arkansas. Era mujer, negra, judía y bisexual y le tocó vivir en aquellos lejanos años treinta donde el racismo y los prejuicios campeaban a lo largo del país del norte. Ser mujer entonces ya era difícil en tiempos en que ni siquiera tenían el derecho a voto. Los negros eran despreciados, marginados y segregados. No necesitamos abundar en explicar qué significaba ad portas de la Segunda Guerra Mundial, ser judía y menos, los problemas de ser lesbiana. Nada de eso fue obstáculo para que esta extraordinaria mujer, considerada por muchos como la mejor guitarrista de todos los tiempos, saliera de las iglesias y se subiera a los escenarios.

Tenía recién 30 años, cuando grabó “Rock Me”, considerado el primer tema realmente de rock and roll de la historia. Lo compuso en 1944 mientras Chuck Berry estaba en la cárcel y Little Richard era un estudiante secundario (ambos, considerados por mucho tiempo como los padres del rock); Elvis y Dylan eran sus fans y Johnny Cash y Jerry Lee Lewis, sus alumnos. Su legado tardó en ser reconocido y durante muchos años su tumba ni siquiera tuvo una lápida, la que fue colocada varios años después de su muerte, gracias a la gestión de algunos admiradores. Y solo en 2017, casi 45 años después de su muerte, fue incluida en el Rock and Roll Hall Of Fame.


Rosetta Tharpe fue pionera en muchos sentidos. Se casó dos veces, la primera con un pastor a los 19 años, matrimonio que duró muy poco y del cual solo conservó el apellido porque tenía mayor penetración comercial que el suyo. Años después, se casaría una segunda vez, pero al parecer, las dos ceremonias de enlace fueron tan solo la excusa para que mucha gente pudiera verla tocar la guitarra y cantar (a su segundo matrimonio asistieron unas 25 mil personas) mientras su gran amor fue la cantante Marie Knight con quien fue pareja durante gran parte de su vida -sin salir nunca del ropero- la mujer que la acompañó hasta la muerte.


Se decía que cuando Rosetta Tharpe abrazaba la guitarra podía resucitar a los muertos. Fue un genio musical precoz que empezó a tocar y a cantar a los cuatro años y ya a esa edad era anunciada como “el milagro de la guitarra y el canto”.

En las décadas de los treinta y los cuarenta, su época dorada, cuando su música ya era una endiablada mezcla de textos propios del góspel con espirituales y el acompañamiento propio del rock and roll ya se hacía llamar Sister Rosetta Tharpe. Durante esos años fue aclamada por los pecadores y objeto de la furia de no pocos aspirantes a santos, que no le perdonaron y se escandalizaron por su atrevimiento en mezclar la palabra de Dios con músicas subversivas. Otros, simplemente quedaron perplejos ante esta bella mujer que interpretó la música y pinzó la guitarra como antes solo habían visto hacerlo a los hombres: mordiendo las cuerdas, ululando de placer, retorciéndose como una serpiente.

Esta mujer que abrió el largo y complejo camino del rock cantó con una Biblia en la mano y algo del azufre del infierno en la otra: ella ya estaba incendiando los escenarios mucho antes de que una generación entera de rockeros ilustres la reconociese como inspiración.

En canciones como ‘Rock Me’ el toque que le imprime Rosetta, suena como si hubiese incorporado un motor eléctrico a la tradición góspel, un fondo rítmico de swing o boogie, pero también una especie de descaro que sólo puede haber aprendido en sus noches infinitas en el Cotton Club de Nueva York y de las presentaciones junto a la explosiva orquesta de CabCalloway: un momento crucial en el que Tharpe parece estar trabajando en la fórmula química del rhythm’n’blues y el rock’n’roll con varios años de anticipación.

En los cincuenta su éxito se fue opacando, pero tuvo nuevos minutos destellantes en los sesenta cuando viajó a Inglaterra donde tuvo gran influencia entre unos jóvenes llamados mods y en los márgenes más desinhibidos de nuevas generaciones que conformaban una escena de grupos blancos enamorados de la música negra estadounidense, y nada menos que con los Rolling Stones a la cabeza. Ellos reivindican abiertamente su legado y el de otros importantes cultores del góspel, el blues y el jazz. De esa época, más precisamente del año 1964 sobrevive un videoclip de la canción Didn’t it rain (No llovió) que es una grabación de aproximadamente 7 minutos, en directo, realizada en la estación de tren de Manchester. Ella aparece como la gran reina, con una especie de bata-abrigo de color blanco y su guitarra eléctrica, que toca con su personal técnica, pinzando como los músicos de blues pero usando notas de jazz. Una auténtica diva plena de energía que estremece todas las fibras de aquellos que la contemplan hasta el día de hoy. Nadie fue más salvaje, tocando la guitarra que Rosetta, que, por si fuera poco, tenía una voz maravillosa como Aretha Franklin y otras grandes del blues y el jazz.


Pero quizás de lo que nunca tuvo conciencia fue de la gran ayuda que prestó al reconocimiento y aceptación de las diferencias sexuales, con su forma de ser desinhibida y sin miedo para hablar públicamente sobre su homosexualidad. Es por ello que Rosetta es considerada una heroína al subirse a cientos de escenarios en aquellos años en que poco o nada se hablaba del tema.




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