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Foto del escritorFacundo Miró

¿CREES EN LA MAGIA?

Tenía diez años, era una tarde fresca de verano y de ociosidad, y por el mismísimo aburrimiento saqué mi guitarra vieja y desafinada. Siempre había soñado con aprender a tocar guitarra. Salí a la calle de mi pasaje para practicar algunos acordes de la guitarra y como siempre se juntaron más amigos a conversar y obviamente a burlarse de mi intento de sacar adelante unas notas. Todo estaba muy bien cuando de repente de la nada va pasando un pordiosero de esos que olían mal a kilómetros. Se detuvo bruscamente frente a nosotros sin decir nada me miraba intensamente a mis ojos... y yo sin temor lo miraba curioso también. Después de unos minutos de mirarnos, observé que él miraba la guitarra como queriendo decir algo y en ese momento me doy cuenta que él quería la guitarra. Estando sentado levantó mi guitarra con una sonrisa y se la ofrezco. Él deja el saco en el suelo y se dirige a mí, mis compañeros muy incomodos por la situación se alejaron un par de metro con enojo y desprecio. El me arrebata de las manos la guitarra y en forma natural se sienta con su mal olor a mi lado. Y ahí comenzó la magia. Él, en un par de minuto la empezó a afinar colocando su oído en la guitarra y todos mis amigos expectantes y curiosos lo mirábamos. Y cerrando los ojos empezó a tocar el Concierto de Aranjuez... yo tenía los ojos muy abiertos y todos mis amigos estaban tan sorprendido como yo de este hombre, en un momento cerré mis ojos y empecé a vagar con mi mente por esa melodía tan hermosa, cuando abrí mis ojos con lágrimas miré a ese ser humano con una confusión de niño. ¿Cómo podía ser tan pobre teniendo tanta riqueza en sus manos? Tanto mis amigos y yo ya ni siquiera sentíamos el mal olor que llevaba en su cuerpo y en su alma, era un hombre que por unos minutos que duró el Concierto de Aranjuez se había olvidado de su mal destino y desgracia. Al terminar nadie aplaudió creo que la mirada de todos nosotros fue suficiente para decir que era un gran maestro de la guitarra. Se levantó, y me sonrió con esa dentadura que le faltaba muchos dientes y me ofreció la guitarra con el mismo respeto que se la entregué yo. Pasaron los años y cada vez cuando escucho el Concierto de Aranjuez cierro mis ojos para ver a este gigante de la guitarra.



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