Vengo de una familia muy pobre y de muchas necesidades. Yo sé lo que es la falta de ropa y lo que es el hambre, hambre que te duele el estómago y no te deja concentrarte ni para salir a jugar. Una vez en mi adolescencia pasaba por fuera del almacén de Don Nono, y me di cuenta que había puesto en la canasta unas suculentas manzanas de la temporada y yo con el hambre que tenía, ideé inmediatamente un plan para robar el fruto de la tentación. Esperé pacientemente a que entraran dos clientes más, para mi buena suerte entraron tres y como gato a punto de tirarse a su presa me arrastré y saqué con gran éxito sin que nadie me viera, la manzana más grande y jugosa. Rápidamente me fui a subir a la higuera de mi patio a comerla. Ya llevaba la mitad cuando en eso miro hacia abajo y veo a mi madre con esa mirada que te deja congelado. Ella en tono muy duro dijo: -baja-. y yo obedecí en forma automática con la manzana y aproveché de darle un gran mordisco ya que sabía lo que se me venía encima. - ¿Y esa manzana? - preguntó mi madre. Yo aprovechando el tiempo que me quedaba le di otra gran masticada, y le dije entre nervioso y estúpidamente - ¡me la dio Don Nono! -. mi hermosa madre me miró sarcástica y me dijo: - ¿Aaah siii?, bueno, vamos a consultar la noble generosidad de Don Nono-. Llegamos al almacén y la respuesta todos ustedes la saben. Mi madre se acercó a mí y delante de un gran público me abofeteó unas tres veces y otra más con yapa, y delante de todo ese amado público y con una vergüenza que sólo quería enterrarme. Mi madre saco la frase de Condorito: - ¡POBRES PERO HONRADOS OISTES! -
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