Me encanta ir al Mall, donde la mercadería está en un paño en el suelo, donde los vendedores te tratan de engrupir con los precios y tiran la talla con el cliente, ahí donde el sol te golpea la cara y qué a veces se hace insoportable vitrinear. Ahí caminas por los diversos olores de los locales olor a ceviche, a empanadas, papas fritas, pescado frito. Ahí donde escuchas al pasar las ranchera, y las conversaciones privadas y relajada del pueblo. En ese Mall se mantiene viva la memoria de las tradiciones que el progresismo a querido arrasar. Pero no señores, ese Mall permanecerá por los siglos de los siglo porque los que somos del pueblo unido venceremos.
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