Durante los años ochenta, me desempeñaba como bibliotecarias en el Instituto Italiano-Mexicano de la Ciudad de México. Un año atrás, vivía en Italia con mis hijos y con mi marido decidimos solicitar la reunificación familiar. En Italia estábamos solos, mis padres, mi hermano y su familia se habían asilado en México. A poco llegar, me acerqué al Instituto Italiano solicitando trabajo, el que obtuve sin ninguna dificultad gracias al idioma italiano que dominaba perfectamente.
La hermosa casa que habitaba el Instituto era muy antigua, en un barrio semi colonial en la acogedora colonia de Coyoacán. La casa tiene tres jardines hermosos y gratos lugares para sentarse a beber un café mientras se lee un diario italiano o un buen libro de la biblioteca. Esta no estaba organizada, en el sótano me esperaban varias cajas con libros para ser ordenados y clasificados. Era un arduo trabajo, solicité una ayudante que resultó ser una psicóloga chilena también en calidad de asilada, muy rápida e inteligente. Nos propusimos terminar el trabajo de puesta en marcha de la biblioteca en el menor tiempo posible. No era una tarea fácil, en ese tiempo no existían los computadores, y la catalogación hubo que hacerla en tarjetas en máquinas de escribir. A veces teníamos seis o más tarjetas debido a la cantidad de autores. Ahora todo es más fácil gracias a las nuevas tecnologías. El acervo de la biblioteca es muy amplio, desde libros, revistas, dvds, históricos, libros de arte maravillosos que no habían sido tocados por nadie durante mucho tiempo.
Durante ese período conocí un señor de mediana edad, muy interesante pero que me hablaba en un pésimo italiano. Al poco andar nos dimos cuenta que ambos éramos chilenos y dejamos el italiano de lado. El había vivido algunos años en Italia en calidad de asilado político y ahora se encontraba en México al igual que yo y mi familia. Me presentó unas mujeres muy interesantes que son muy amigas hasta el dia de hoy. Lamentablemente Fernando ya no está en este mundo pero tengo muy bellos recuerdos de nuestra amistad.
Se acercaba el mes de diciembre y con eso muchas tradiciones mexicanas, como por ejemplo Las Posadas. Estas se realizan durante nueve días, desde el dieciséis de diciembre hasta la noche del veinticuatro. Simboliza el recorrido que hicieron José y María desde Belén hasta Nazaret. La gente se reúne y se forma una pequeña peregrinación con velas para acompañar el “misterio”. Son tradiciones en que de manera alternativa se canta entre los Anfitriones, (las personas que habitan la casa) y los Peregrinos, (las personas que solicitan posada). Los Anfitriones niegan la posada una y otra vez y los peregrinos las solicitan las mismas veces, hasta que se dan cuenta que quienes la solicitan son José y Maria. Es en ese momento de alegría en que entran a la casa, cantando “ entre santos peregrinos, peregrinos reciban este rincón, y aunque es pobre la morada, os la doy de corazón. Posteriormente, se reza y se rompe una piñata. Todo eso lo viví y lo canté al otro lado de las enormes puertas de la casa, siendo parte de los Anfitriones por pertenecer al Instituto Italiano. Los alumnos eran parte de los Peregrinos. Finalmente todos entramos a los jardines del recinto que estaba adornado para la ocasión, con mesas repletas de ricos manjares mexicanos y piñatas para agasajar a los Peregrinos.
Las tradiciones mexicanas son verdaderas joyas que hay que conocerlas para aprender de ellas y nunca olvidarlas
Commentaires