Hacía días que a tía Pina le ganaba la tristeza. Entonces, daba largas caminatas bajo la sombra de los frondosos árboles del pueblo. De regreso a casa se dulcificaban sus facciones y sus ojos grises. En sus labios se divisaba una amarga sonrisa.
La razón de su pena se llamaba Leonardo……. Pero, comenzaré desde el principio.
Fue bautizada como Josefina, pero nadie la nombra así, todos le dicen Pina. Era tímida y seria de pequeña, se caracterizaba por ser buena, bonita y beata. Su mayor atractivo era su frondosa cabellera negra, sus manos de dedos largos y finos sin esmalte, y su cálida voz de soprano. Cantaba en misas y matrimonios. Nunca he escuchado un Ave Maria de Schuber más intenso. Su voz nos deleitaba a fieles e infieles por igual
En su familia se rezaba el rosario todos los días en una pequeña gruta, y se seguía las ordenanzas de la Iglesia Católica con devoción. En esa época las niñas sólo salían con sus padres, a la misa dominical o al Mes de María, en dónde siempre había alguna posibilidad de enviar una furtiva mirada al joven que les arrancara unos suspiros.
Leonardo se situaba en la última fila de la Iglesia para poder mirar atrevidamente a su enamorada. Pina lo sabía y cuando podía devolvía sus miraditas. Ella terminaba su enseñanza media en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús, su único anhelo era casarse y tener muchos hijos.
Cuando tia Pina cumplió dieciocho años, solicitó permiso para salir con sus amigas lo que con sorpresa le fue concedido. Con ayuda de éstas pudo tomar contacto con Leonardo, él estudiaba leyes en la capital. Era un joven apuesto, de ojos grandes y eterna sonrisa.. De este modo noviaron durante un año. Finalmente el muchacho armándose de valor, se presentó en casa de los padres de Pina para solicitar su mano. Se realizó una pequeña convivencia para la postura de argollas, bendecidas por un sacerdote amigo de la familia, de esta manera, el noviazgo quedó estipulado.
Comienza entonces la vorágine por el ajuar. En ese tiempo la novia preparaba las sábanas, manteles, camisas de noche, todas con maravillosos bordados. Los encajes y demás prendas se colocaban en un antiguo baúl de la India pintado a mano. El blanco vestido de novia se elaboraba con sumo cuidado debido a la gran cantidad de perlas que lo adornaban.
Los novios solo un par de veces salieron solos, a cenar y al cine, pero con estricto horario de regreso a casa. Pina debía llegar vírgen y pura al matrimonio.
Faltaba una semana para el casamiento y Pina estaba felíz, había terminado el bendito ajuar!!! El novio había dado el examen de grado de modo que ya era un profesional. La vida les sonreía.
Los amigos de Leonardo lo llevaron al pueblo vecino para el último festejo de soltero. A Pina sus amigas le hacían la despedida de soltera en el Club de la Unión del lugar.
Cuando Leonardo regresaba con un par de amigos en el auto de uno de ellos, al atravesar la línea férrea, un tren que venía a toda velocidad los embistió. Los jóvenes fueron trasladados al hospital del pueblo. Tia Pina corrió en medio de un río de lágrimas, cogió el rostro de su amado entre sus manos, acarició sus frías mejillas y lo besó por última vez.
Esta historia sucedió hace cincuenta años. El canto de Pina se apagó para siempre. El baúl aún conserva los encajes junto a su virginidad.
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