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YA PASÓ LA MODA PRIMERA PARTE

  • Foto del escritor: entre parentesis
    entre parentesis
  • 23 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

De niña imaginaba que el socialismos consistía en lo siguiente: una podía entrar a cualquier casa, pedir permiso, dormir y comer ( no como la pensión soto). Luego por la mañana, decir adiós y continuar camino. Según mi inocente entendimiento se podía hacer eso, pues dentro de esa lógica mi mente concebía que si las necesidades básicas estaban cubiertas, por un modelo social de ayuda al prójimo, no debería, entonces, por qué existir robo ni muerte por la posesión de la propiedad privada, puesto que todo nos pertenecía a todos. Así lo entendía, así erróneamente lo soñaba, y así, durante unos largos años, creo, seguí planteándolo en mi entorno : dentro de la familia, en mi liceo ( Barros Borgoño), en conversaciones de bar y amigos, unas me miraban cómo si me entendieran, otras, cómo diciendo: “este hueón no sabe dónde está parao”. Seguí un tiempo ensimismado con la grata idea de un socialismo que nos unificaba. Leía relatos de las bondades de la disciplina. Acciones de lucha. Esbozaba, que el socialismo no tenía limitantes. Argüía la “ascensión” a él, mediante la recuperación de la tierra, obrerizando al campesino, industrializando el poder armamentista, “pues en guerra estamos, compañero”.

Me apoyada en lecturas de Marmaduke, Engels, Marx , en la chilena marxista Martha Harnecker, en el vecino Montecinos que tenía, aún tiene, a su hijo mayor desaparecido, y el viejo trabajó en CODELCO, para la “Nacionalización del Cobre” junto, según él, al mismísimo Salvador Allende. Leí a latinoamericanos independentista, a saber : Bello, Martí, Mariategui, entre varios más.

Mis escritos personales ensalzaban a una URRSS, Vietnam, Camboya, y la Cuba. Siempre con la noción que en cualquier momento, este “Estado Benefactor No Capitalizado” ( pues hoy hay Estados Benefactores, pero en la lógica capitalista), podía ser desmembrado y sus partes subdivididas en pequeñas áreas de una gran empresa. Luego, había que defenderlo. Rasgar las uñas. Organizar y tomar las armas si así la situación lo ameritaba. Hasta ahí todo bien. Todo fluía, diría el hippie “pequeño burgués”. Pero un buen día. Un buen día de esos que te marcan… desperté convertido en un horrible bicho ( Kafka). El vampiro en mí envió vibraciones cerebrales a todas las células que me componían. Era como el 96. Y conversaba con amigos de la Victoria y con amigos de Lo Hermida y otros de La Legua. Ellos narraban una historia sobre un tal socialista Shilling, quien por órdenes, (ahora comprendo), militares y concertacionistas había organizado lo que estos amigos llamaban La Oficina. Instancia creada para detener y eliminar a todos los grupos de lucha armada, a todos los que dieron cara a los milicos….

Continuará….

Donsatula










 
 
 

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Hola soy Elías Romero 

Soy escritor y Gestor Cultural Chileno

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