SUBJETIVO Las horribles aventuras de Horacio “Las tijeras” Ilustraciones: Jeison García “Impercuto”
- Subjetivo
- 22 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Estaban en el patio del colegio, había una gran multitud de niños gritando eufóricamente “pelea, pelea” alrededor de otros 2 que eran los contendientes.
Uno de ellos era “Francisco”, clásico bullying, alto y muy fornido. Le gustaba humillar a todos los demás, le gustaba sentirse superior.
Al otro lado del improvisado ring estaba Horacio. El alumno fantasma, pasaba desapercibido la mayor parte del tiempo aunque está vez era diferente. Nunca había tenido tanta atención para él.
Se cuestionaba porque había decidido confrontar a Francisco que molestaba cruelmente a otro de sus compañeros. Alan.
Horacio se había levantado de su silla, se acercó a Francisco que seguía humillando a Alan y lo insultó con un ingenioso comentario irónico. Una divertida sutileza pensaba Horacio.
A Francisco no le había hecho ni pizca de gracia aquello así que insultó a Horacio de vuelta de forma menos sutil y de un momento a otro ambos estaban en el patio a punto de golpearse mutuamente.
Horacio se arrepentía, no había intervenido para ayudar a Alan, apenas lo conocía y ni siquiera le caía bien. Era el hecho de ver a un tarado arrogante mostrar su superioridad como el animal que era lo que le molestaba a Horacio. No era un defensor de los débiles ni nada parecido
Horacio solo creía que Francisco alguna vez para variar merecía sufrir.
Pero Horacio no era el indicado para castigar a Francisco y él lo sabía. No era bueno peleando y no tenía buena condición física, no era valiente y tampoco era lo suficientemente inteligente para encontrar una solución alternativa que lo librara de este problema.
Nadie lo iba a ayudar. La mayoría de sus compañeros le tenían miedo a Francisco y todos los profesores (a opinión de Horacio) eran unos inútiles que no se daban cuenta de nada. Así que solo le quedaba defenderse por su cuenta y aunque por fuera parecía bastante sereno, por dentro era un caos de nervios, sentía miedo y le faltaba muy poco para ponerse a llorar en frente de todos.
Francisco que ya tenía mucha experiencia en peleas se encontraba listo para repartir sus clásicos puñetazos y patadas.
Horacio en cambio solo esperaba que Francisco tuviera un poco de compasión con él.
De un momento a otro Francisco corrió hacia Horacio y le dio un golpe directo en la mejilla, este cayó de espaldas al suelo.
Aun tirado en el suelo y con un dolor punzante en su mejilla izquierda Horacio recordó que en el bolsillo de su chaqueta tenía unas tijeras. Las había tomado antes de levantarse de su silla como medida de precaución para enfrentarse a Francisco pero no había pensado en utilizarlas en realidad. Hasta ahora.
Horacio se sentía desesperado. Unos pocos segundos parecían horas y no se decidía que hacer.
No quería usar las tijeras para defenderse porque no lo consideraba justo, sería como hacer trampa pensaba. Pero tampoco quería recibir una paliza gratuita y sabía que no existía forma posible en que el ganara de forma limpia. Además que importaba la honestidad y jugar limpio, Francisco no lo merecía. El merecía sufrir.
Acaso no fue ese el motivo por el que lo enfrentó en un principio. Horacio debatía mentalmente mientras pasaban cuartos de segundos y veía a Francisco aproximarse hacia a él nuevamente a toda velocidad para darle otro golpe.
Finalmente Horacio se decidió. Tomo las tijeras y le propino un corte en la mejilla derecha a Francisco, enseguida empezó a brotar sangre del corte.
Francisco se detuvo. Más por la sorpresa que por el dolor. No se esperaba aquello, nadie se lo esperaba.
Todos los espectadores dejaron de gritar y se habían mantenido en silencio, estaban impactados por la situación.
Horacio no perdió el tiempo sorprendiéndose y hábilmente le clavo la tijera en el ojo izquierdo. Francisco grito de dolor, perdió el equilibrio y calló de bruces.

Los niños que veían el espectáculo estaban atónitos pero no hacían nada
Horacio aprovechó que Francisco había caído al suelo para clavarle otra vez la tijera en su ojo ensangrentado.
Francisco se retorcía de dolor y chillaba agriamente. A Horacio le parecía irónico escucharlo de esa forma mientras apuñalaba una y otra vez, cada vez con más fuerza, cada vez con más rabia.
La cara de Horacio era irreconocible, más de alguno creía que Horacio se reia mientras clavaba sus tijeras en el ojo de francisco una y otra vez.
El espectáculo duró alrededor de 5 minutos, para Francisco fue una eternidad.
Horacio estaba exhausto, la tijera estaba doblada y llena de sangre. Sus manos temblaban, su vista se nublaba y volvían esas ganas de llorar.
Francisco estaba tirado en el suelo en un charco de sangre apenas moviéndose y quejándose débilmente. El público seguía inmóvil.
Horacio se recompuso, guardó sus tijeras en el bolsillo y se fue caminado. Nadie lo detuvo, nadie le dijo algo, tampoco nadie lo miró.
Sus manos aun temblaban pero ya podía pensar con claridad. No esperaba que nada de esto pasara, pero pasó se decía a sí mismo.
Él se lo buscó, él se lo merecía, merecía sufrir. Se decía para sí buscando su propia aprobación.
Y tal parece que se convenció. Horacio se sentía fuerte y seguro como nunca antes. Le había dado su merecido a ese tarado y estaba feliz de que sufriera. Esto había sido una victoria
Su primera victoria.


Comments