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María Zambrano poesía y filosofía

Foto del escritor: entre parentesisentre parentesis



María Zambrano trata de dilucidar la génesis común de la filosofía y la poesía, y la halla en una idéntica actitud primera ante el mundo: la admiración ante las cosas, el "pasmo extático" ante lo real. Posteriormente, según la autora, filosofía y poesía toman dos caminos divergentes; mientras que la filosofía se eleva a la conquista del saber por la abstracción, la poesía queda atada a las cosas, a las apariencias, a lo múltiple. La filosofía se desprende del plano de la realidad para dar con la verdad y la trascendencia. En cambio, el poeta queda aferrado a la materialidad de las cosas y no encuentra la verdad a través de la búsqueda, sino a partir de la gracia o la revelación; de alguna manera, la verdad le es concedida sin haber de perseguirla. De este modo, filosofía y poesía suponen dos tipos de racionalidad y dos actitudes distintas ante el mundo: la del filósofo y la del poeta.


La filosofía supone asimismo, para el individuo particular, un camino ascético basado en la razón, en el cuidado de sí mismo y la renuncia a la vida, la "preparación para la muerte" proyectada por Platón en su diálogo Fedón. La poesía, en cambio, queda al servicio de la embriaguez, de la entrega total a la carne, al tiempo y a las formas mortales de las que la filosofía huye. A lo largo de la obra, Zambrano examina, de igual forma, las relaciones de la poesía con diferentes disciplinas o ramas dentro de la filosofía, como la ética y la metafísica moderna, así como el vínculo específico que une a la poesía con la mística, tema de interés y fijación particular de la autora.


La apuesta concreta de Zambrano pasa por el acercamiento entre la palabra filosófica y la poética, que encuentra parcialmente esbozada en algunos trazos del pensamiento contemporáneo. No obstante, es en el propio tono y uso del lenguaje de la obra donde podemos vislumbrar mejor su propuesta; un lenguaje que trata los problemas de la tradición filosófica dejando que la verdad se revele por sí misma, aflore a la superficie, cobre forma, sin un cariz dialéctico, sin polemizar con los autores, sino dibujando lentamente un camino, una huella, donde se abren nuevas posibilidades al pensar.




 
 
 

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