Nació en Québec (Canadá, 1957) el primer día de la primavera boreal. En su ciudad natal, obtuvo un título de grado en Ciencias políticas y se recibió luego a la Maestría en Literatura francesa con una tesis sobre Les nouvelles orientales de Marguerite Yourcenar. Fue periodista y crítica literaria de la revista Relations (Montréal, 1980-1984) y funcionaria de las Naciones Unidas de 1982 a 2014, primero en Nueva York como asistente de edición y luego en Chile como oficial de Asuntos sociales.
Participó en numerosas publicaciones de la CEPAL dedicadas al desarrollo, la situación de las mujeres o de las personas en situación de discapacidad, y la defensa de los derechos humanos.
Entre 1998 y 2000 completó los estudios de la Maestría en Sociología de la modernización de la Universidad de Chile, sin lograr terminar la tesis entre trabajo y maternidad, pero su investigación inspiró después ensayos sobre el papel del imaginario en los procesos de construcción social que hasta hoy marcan su visión de la sociedad: “Procesos de cambio en la visión masculina de las responsabilidades familiares” (FLACSO Chile, Septiembre de 2000); “Equitable Social Practices and Masculine Personal History: A Santiago Study” (The European Journal of Development Research, Vol. 12, No 2, December 2000); “Lecturas en torno al concepto de imaginario: apuntes teóricos sobre el aporte de la memoria a la construcción social” (Universidad de Chile, Septiembre de 2001); “Violence against women: Men and the Social Imaginery” (Development, Vol. 44, London, September 2001); “Políticas públicas para impulsar representaciones equitativas de lo masculino en el imaginario social” (UNAM - Programa Universitario de Estudios de Género, México, Marzo de 2006).
Estudió la creación literaria en New York University y en los talleres de Robert McKee, Jaime Collyer, Leonardo Padura y Pía Barros. Publicó cuentos en la revista Relations (Montréal, 1984), las antologías Basta + de 100 cuentos contra el abuso infantil (Editorial Asterión, 2013), El lugar sagrado (Ergo Sum, 2019), Apruebe (Ergo Sum, 2020), Tiempos turbulentos (PEN Ediciones, 2021), Bocadillos (Ergo Sum, 2021), Cuentos a domicilio (Ergo Sum, 2022), Memorias desplegadas (Ergo Sum, 2023), y en los Cuadernos Literarios No 5 y No 6 de PEN Chile (2022 y 2023). Participó en el colectivo de traducción al francés de los poemas de Jacques Viau, poeta haitiano exiliado en República Dominicana (J'essaie de vous parler de ma patrie, Mémoire d´encrier, Montréal, 2018). Es autora de la novela El Intento (KDP, 2019), con la que en 2021 fue incluida en sexto lugar en la lista de autores y libros recomendados por la “Cátedra Siglo XXI: Maestros y maestras de talleres de lectura y escritura” de la Universidad Finis Terrae. Su segunda novela, El viaje de la Tatuana, inspirada en una leyenda de Guatemala, se publicará al principio de 2025.
Es socia de PEN Chile desde marzo de 2020 y preside el Comité de escritores encarcelados y perseguidos desde el año siguiente.
Mal de septiembre
Chile entró en su vida con la noticia del golpe de Estado en septiembre de 1973. Era después del almuerzo, en su primer año de universidad, allá en Canadá. El profesor de ciencias políticas estaba atrasado. Llegó apurado, cabizbajo, no saludó ni espero que los estudiantes se sentarán. "El gobierno de Salvador Allende ha sido derrocado por un golpe militar", anunció con voz ronca. "Lo mataron", terminó, y se quedó en silencio, mirándolos. Ella sintió que las luces se habían apagado, el sueño que la iluminaba había terminado. La palabra “utopía” había perdido su sentido. El tiempo pasó, el trabajo la llevó de un lugar a otro hasta que llegó a Santiago para celebrar el supuesto retorno de la democracia. Pasaron tres décadas imperfectas que revolvieron las cenizas del sueño hasta que, tal fénix, este quiso renacer. Todo estaba listo. Pero no, llegó septiembre y lo volvieron a matar.
Cuaderno Literario PEN Chile No 6, PEN Ediciones, 2023, p. 23.
Esa mano
Después de invitarme a bailar, él tomó mi mano con autoridad para llevarme al centro de la pista. Había venido por aburrimiento, en una de esas noches de verano que se alargan demasiado en los pequeños pueblos. El tiempo de caminar entre los grupos y las parejas amontonadas, mi mano se había acomodada dentro de la suya, grande, firme y acogedora. La piel áspera, sin ningún rasgo de sudor, me hablaba y me llamaba. Ya estaba entregada a lo que vendría cuando él se inmovilizó en el primer medio metro cuadrado disponible, y se dio vuelta, el brazo extendido, listo para enlazarme. Envalentonada por la voz y el ritmo de Celia Cruz, me pegué a su pecho, mientras su mano se ubicaba, abierta y segura, en la curva donde se muere la espalda.
Bailamos mucho tiempo. Yo dejaba la música invadirme, pero no le ponía mucha atención. Mi cuerpo entero estaba refugiado entre los convincentes dedos de artesano que guiaban mis pasos, sin que le oponga resistencia alguna. Él me miraba serio e intenso, explorando por la sola presión de su palma hasta donde me podía llevar.
Por un momento me recordé mis primeros juegos adolescentes, donde uno deslizaba su mano sobre el cuerpo del otro como por accidente. Aquí no había ningún accidente, ningún desliz voluntario o involuntario, solo una mano bien instalada en el nacimiento de mis vertebras, mientras yo sostenía la mirada de mi bailador y dejaba fluir la vibración eléctrica que circulaba por mi piel. Mi única consciencia de la vana realidad era una creciente preocupación por la humedad que se apunta en la delgada tela de mi falda bajo su palma.
Cuando salimos de la discoteca, todavía no habíamos dicho nada, pero no era necesario. No soltaría esa mano hasta que haya recorrido todos mis rincones con su piel firme y rugosa.
Inédito, enero de 2019
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