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Juana Rouco Buela.

Juana Rouco Buela nació en España en 1889 y llegó a Argentina a los doce años escapando de la Primera Guerra Mundial y la hambruna. Aprendió a leer y escribir en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), agrupación en la que desarrolló su rol de delegada sindical por ser trabajadora de la industria textil.

“Es bien interesante su historia porque fue la primera presa política de nuestro país, y considero que es necesario rescatar de las sombras a estos personajes, que por algo y para algo quedaron invisibilizadas”, explica Daiana Rosenfeld, directora del documental Juana, en diálogo con Feminacida.


Una vida marcada por el anarquismo

A los 15 años se vió marcada por el asesinato de un líder anarquista que la llevó a entender la importancia de luchar y generar conciencia en las clases obreras y promover la emancipación de la mujer trabajadora. Su primera aparición como militante sindicalista fue en la Huelga de Inquilinos en 1907 más conocida como “la huelga de las escobas”: las mujeres unidas de 1000 conventillos resistieron la suba de los alquileres y los desalojos virulentos de la policía comandada por Ramón Falcón.


En 1908 su militancia le valió la expulsión de Argentina a los 18 años, por la Ley de Residencia (N°1902) que autorizaba al Poder Ejecutivo a impedir la entrada y a expulsar extranjeros “cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbara el orden público”, inaugurando una seguidilla de actos de persecución que sufrió durante toda su vida.


Rosenfeld sostiene: “Vinieron muchos anarquistas a esta nueva tierra, y era un movimiento con ciertos preceptos o luchas que se retoman en la actualidad y que en comparación con otros partidos o ideologías, le daba mucho espacio a las mujeres, aunque las mismas anarquistas se quejaban de que tenían que pelearse con sus compañeros”.


Después de vagar por diferentes países siendo expulsada, Juana volvió a América. En Montevideo promovió una campaña de difusión en contra del fusilamiento de Francisco Ferrer, padre de la Escuela Moderna Racionalista, que proponía una educación basada en la libertad y los aprendizajes colaborativos buscando extinguir el sistema de premios y castigos que eran aplicados en la educación formal tradicional.


Allí tuvo que arreglárselas como pudo entre la casa y su vocación por la militancia y fundó con Virginia Bolten y María Collazo el periódico La Nueva Senda; compañeras con las que había compartido la creación del Centro Femenino Anarquista en Argentina. Sus palabras filosas y acciones fundadas en sus convicciones también le valieron la persecución en el país del otro lado del charco y un nuevo apodo, “la polizona” que radica en su escape disfrazada como hombre.


Un fragmento que se recupera de esas publicaciones demuestra su consciencia sobre las múltiples opresiones de las mujeres y su crítica a los propios compañeros anarquistas: “Un reducido número de anarquistas son los que se han preocupado de su hogar; la mayoría, aunque cueste decirlo, solo son anarquistas de las puertas de su casa para afuera, pues con su familia no conviven. Reafirmo una vez más que el abandono y la preocupación de los propios anarquistas es la causa de que las mujeres no salgan de los problemas hogareños”.


Rosenfeld comenta que con la película buscaba darle una vuelta de espiral a esta cuestión. “El anarquismo había sido uno de los movimientos más importantes del siglo XX y le daba mucha importancia a las mujeres pero de todas formas, Juana, que recorría todo el país dando discursos sobre temas con perspectiva de género y a pesar de tener lugar por parte de la FORA, no se conformaba con ese lugar y luchaba por la igualdad y la emancipación de todas las mujeres, aunque eso incluyera la crítica hacia sus propios compañeros del movimiento que muchas veces las privaban de estímulo y apoyo en las tareas cotidianas”.


Pionera en el feminismo

En su retorno a Buenos Aires en 1918 continuó con su activismo a través del quincenario femenino de ideas, arte, crítica y literatura Nuestra Tribuna, que dirigió entre 1922 y 1925, mientras sostenía el cuidado de sus hijos y del hogar en total soledad a causa del abandono de su marido José Cardella, tipógrafo anarquista devenido en radical, aspecto que Juana no pudo perdonarle.


Otra de sus obras más célebres son Mis Proclamas (1924) y su autobiografía Historia de un Ideal escrito por una Mujer (1964), donde plasma con fina agudeza, enérgico convencimiento y una sublime poesía sus pensamientos, sentimientos y creencias sin medir la peligrosidad de sus actos pero con la firme convicción que invadía su razón.


La directora del documental que narra su vida enfatiza su fascinación por la historia de esta época y considera que había muchas mujeres con un fuerte potencial revolucionario aunque la historia, como es de público conocimiento para los feminismos, siempre fue contada desde una lógica patriarcal y provocó la invisibilización de los registros y la pérdida de materiales por el temor a la persecución o por la inexistencia de documentación. Los trabajos de Dora Barrancos y una generación de historiadoras y cientistas sociales como Nadia Ledesma Prieto, Laura Fernandéz Cordero, Elsa Calzetta, que han logrado una recopilación de ejemplares del quincenario, permitieron echar luz a las trayectorias y palabras de estas valientes periodistas de principios de 1900.


Bibliografía

https://feminacida.com.ar/juana-rouco-buela/#:~:text=Juana%20Rouco%20Buela%20naci%C3%B3%20en,trabajadora%20de%20la%20industria%20textil.

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