EDITORIAL DÍA DEL GATO
- entre parentesis
- 31 ago
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El Día Internacional del Gato se celebra el 8 de agosto de cada año.Fue creado en 2002 por el Fondo Internacional para el Bienestar Animal. Es un día para concientizar sobre la importancia de los gatos y aprender maneras de ayudarlos y protegerlos.

Agosto llega con su propio calor y una calma que invita a observar. En muchos lugares, es el corazón del verano, cuando las sombras se acortan y la luz parece filtrarse en cada rincón. Es, también, el mes en que los gatos, con su curiosa paciencia, recuerdan que el mundo se comprende mejor desde una pausa elegante y silenciosa.
El gato, con su cuerpo ágil y su mirada atenta, es un maestro de la presencia. En agosto, mientras el sol cae con una certeza dorada, el felino se nos acerca sin prisa, eligiendo las alturas de una estantería o el borde fresco de una ventana como trono. Observa, ensaya, decide y, cuando está listo, actúa con la sutileza de quien sabe que cada movimiento tiene un propósito. En su mundo, el tiempo parece expandirse: una siesta puede ser un ritual y una exploración, una investigación.
Este mes, que a veces es recordatorio de vacaciones y rutas de verano, también invita a reflexionar sobre la independencia y la simple maravilla de estar. Los gatos nos muestran que la vida no siempre reclama nuestra atención con estridencia; a veces se revela en un ronroneo, en un par de ojos que se posan sin miedo en lo cotidiano, o en un salto preciso que transforma lo ordinario en extraordinario.
La relación humano-gato, especialmente en agosto, se parece a un pacto suave: lugar para el descanso, espacio para la curiosidad y libertad para moverse con dignidad. En casa, o en la calle, cada gato trae consigo una historia de alerta, cariño y desafío. Nos recuerda que la naturaleza también late en la quietud: en ese silencio entre maullidos, en esa pausa entre un salto y la siguiente observación, hay una forma de sabiduría que no exige palabras.
En síntesis, agosto, mes del gato, nos invita a contemplar la serenidad y la agudeza de estas criaturas. A aprender de su paciencia, a celebrar su independencia y a disfrutar de la compañía discreta que, sin violencia ni ruido, ilumina nuestra vida con gestos simples y profundos: un ronroneo que reconforta, una mirada que comprende, un salto que sorprende. Porque, al final, el gato nos enseña que el mundo puede ser grande, cálido y, sobre todo, lleno de momentos para mirar y apreciar Los gatos llegaron a la historia humana a través de un comercio silencioso entre la necesidad y la curiosidad. Hace miles de años, en el actual Oriente Medio y el Mediterráneo, las comunidades agrícolas descubrieron que los gatos eran aliados naturales contra ratas y ratones que devastaban granos y almacenes. Su presencia sorprendió por su independencia y su habilidad para moverse sin hacer ruido, cualidades que ganaron la admiración de los humanos y la gratitud de la despensa.


En Egipto antiguo, el gato encontró un estatus especial. Era asociado a la diosa Bastet, protectora del hogar y de la fertilidad, y su muerte era tratada con un ritual que mostraba la profunda admiración que podía despertar. La relación entre humanos y gatos pasó a incrustarse en la cultura: leyes, arte y hasta momificación de felinos.
Con el tiempo, el gato se expandió por Asia, Europa y África, adaptándose a diversas sociedades. En cada lugar, su rol osciló entre cazador de plagas, compañero silencioso y símbolo de misterio. En la Edad Media europea, sin embargo, la percepción varió; a veces fue objeto de supersticiones y asociación con lo oculto, pero también de veneración por su habilidad para controlar ratas en los puertos y ciudades.

El Renacimiento trajo un renovado aprecio por la estética y la curiosidad. Pinturas y relatos celebraron la gracia felina, y los gatos se convirtieron en protagonistas de historias populares, literarias y artísticas. Con la llegada de la náutica moderna y el comercio global, los gatos viajaron más que nunca, estableciendo vínculos en barcos, puertos y hogares de todo el mundo
En el siglo XX y XXI, la relación humano-gato se diversificó en compañía, investigación y cultura popular. Los gatos eran y son museos vivientes de la paciencia y la observación, protagonistas de memes y redes sociales, pero también sujetos de estudios sobre comportamiento, bienestar y ética de la adopción.
Hoy, el gato sigue siendo un reflejo de nuestra propia relación con el entorno: independiente, curioso y capaz de recordarnos que la convivencia con otras especies puede enriquecernos sin perder nuestra identidad. Son firmas de una historia compartida, que continúa escribiéndose en cada ronroneo, en cada maullido y en cada encuentro entre personas y felinos.

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