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Ingrid Broschek

LA CASA EN SILENCIO


Lentamente va bajando, peldaño a peldaño y en plena oscuridad. La casa está silenciosa y lo único que se escucha es el trinar de un mirlo que acaba de hacer su nido en el naranjo que colinda con la terraza del primer piso. Alicia, como cada noche, ha despertado y sin mirar el reloj desciende desde el segundo piso en busca de agua para beber. Es extraño que no deje una botella con el preciado líquido en la mesita de luz que se encuentra al borde de su cama. Es como si esta ceremonia que repite cada noche, tuviera algún significado o quizás solo buscara sosegar las angustias que la noche trae consigo. Es siempre igual, abre sus ojos, suspira profundo, se sienta al borde de la cama y pone cuidadosamente sus pies en las zapatillas que están ordenadamente en el lugar preciso donde al sentarse pone sus pies. Cuando llega a la cocina observa una luz muy pálida que se refleja en uno de los estantes donde está el vaso que a continuación sacará para así llenarlo de agua fría que beberá con gran ansiedad.

Sin embargo, esta noche la luz la distrae, la aleja de su rutina y la deja pensativa mirando hacia el jardín, De pronto se siente observada, son dos estrellas que titilan y la llaman desde lejos en el cielo de la noche. Las mira y camina en dirección a ellas, estirando los brazos como queriendo levantar su cuerpo en vuelo, como gaviota perdida a la orilla del mar. Cierra sus ojos y sueña, está en un valle con alfombras de flores, las aves entonan melodías entrañables que ella sabe reconocer y comienza a tararear. De pronto siente aquel aroma tan amado, unos brazos que la atraen y la acercan con ternura, abre sus ojos y ahí está la figura de su amado al que nunca olvidará.

Bailan un baile en alturas y sus cuerpos casi etéreos tiemblan al sentir la emoción de vivir unos instantes los momentos ya perdidos. Se van perdiendo entre medio de las nubes y la luna los acoge con manto cristalino y les baña con su luz. Poco a poco va llegando la dulzura de otro día, las estrellas se diluyen y se duermen muy tranquilas, la luz del sol junto a la frescura que trae cada mañana vuelve a cerrar sus ojos de los sueños tan soñados.

Sube Alicia a su cuarto, dejando sus zapatillas al costado de su lecho y mirando al jardín ve pestañar a la luna, despidiendo a la noche y de nuevo a los sueños les entona una canción. Ya Alicia está dormida, ya ha saciado su sed.


Ingrid Broschek

Malmö- Suecia

2024.



 
 
 

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