La tierra está girando, pensó, mientras trata de conservar el equilibrio caminando por el borde del acantilado; allá, muy abajo, se ven las olas golpear contra las rocas inmutables. Y quizás esté boca abajo en el universo y no puede darse cuenta de ello. Anclada a la tierra por la fuerza de gravedad que impide salga volando al espacio y, sin embargo, teniendo la certeza que esa misma fuerza no puede sujetarla si pierde el paso o tropieza con alguna piedra y, entonces, sin duda, saldrá disparada hacia el mar que parece esperarla meciéndose suavemente allá en lo profundo, bajo la media luz de la luna que se eclipsa poco a poco susurrándole al oído como una bella sirena; vuela, te esperamos, te aguardamos entre algas y delfines, ven a navegar las profundidades, ven a mecerte en la espuma, a dormir peinada por el viento y acariciada por Neptuno. Sus pasos siguen la orilla balanceándose suavemente, enamorados del canto de las sirenas y, de pronto, ve cómo estiran sus brazos para recibirla, abrazarla, acunar su cuerpo adolorido. Y dando un suspiro feliz en la noche, se deja llevar por sus manos hacia el mar de sus sueños.
(Publicado en Carmela, bacante vacante, 2019)
Parte de la antología MAR de En La Ruta
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