Compre usted, en su local preferido, unas cuantas presas de pollo, gorditas y blancas, ojalá con todo el cuero; así la receta de la abuelita quedara aún con mayor sabor. Porque no creo que usted esté dispuesto a comprar un ave viva para luego con sus manos matarla y quitarle las plumas, pasar por el proceso de tirarle el cogote y luego desplumar; dejando la casa impregnada a ese olor a carne caliente y, además, lo probable es que todo el barrio reclame.
Lo que buscamos es el sabor del antiguo plato de la abuela. Bueno, pero usted ya sabe que ese pollo que está comprando, alimentado con trigo, maíz, soja, harina de girasol, sal, fosfato y otros ingredientes, por ningún motivo tendrá el gustillo del antiguo. Debemos agregar que el pollo de engorde casi no camina, puesto que el alimento está muy cerca de él, no sale del gallinero, no conoce el pasto, no ha visto el sol y jamás ha escapado de perro alguno: le falta calle [me recuerda a algunos políticos]. No es que quiera destruir la receta, pero también le aviso, que una vez muerto el animal, las empresas le inyectan agua, y el 20 % de su compra será el sagrado líquido, o sea, que su ave no es solo carne, también tiene un mentiroso relleno [me recuerda otros políticos]. Donde la abuelita, la gallina se mataba y se comía en el mismo día; hoy la cosa no es así. Es importante la sal para la mantención de la carne, de tal manera que en su hogar el ex plumífero dure a lo menos siete días —número sagrado—; usted tiene ocho días para devolver el cadáver. Si el pollo es de cuero muy blanco, entonces dude de la frescura, a ese lo lavaron con cloro, pues está a punto de vencer [otra vez me acordé de los políticos]. Encontrar pollos a la antigua es casi imposible, por lo tanto, la receta de la abuelita no será jamás, hoy todos son de criadero. Todos hechos a la medida. Del antiguo pollo, casi no quedan.
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