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  • Foto del escritorLeonel Huerta

Crónica no tan especulativa

Actualizado: 24 may 2022

Ya lo ha dicho varias veces, en conferencias, punto de prensa y por televisión: el arribo de la vacuna será mañana. No ha podido dormir; cree, por un momento, que otra desgracia llegará a su Gobierno. Sabe que la popularidad del 7% puede subir sobre el 10%, si todo sale bien, cosa que lo tranquiliza; ya no espera mucho más. Encargó a todos sus asesores que se aseguren de que ninguna de sus empresas tenga algo que ver con el traslado del santo remedio; aun así, está asustado; ya otras veces se les ha escapado una acción mercantil por aquí o por allá; es que tiene tantas, y las triangulaciones. Ya no poseo memoria para recordar todo, piensa. Como pasó la noche en vela, solo se lava la cara; le dice adiós a su mujer que duerme en la otra pieza y toma un jugo de naranja. Llega al auto y se devuelve; otra vez sin mascarilla. Él, el Presidente de la República, el Ministro de Salud; el de Ciencias; la Subsecretaria de Salud Pública; el Ministro de Relaciones Exteriores, y otros tantos desconocidos, arriban al aeropuerto. Primero que bajen los turistas, después la vacuna. Entonces tiene que hablar; un buen circo necesita payasos: «Un momento de mucha alegría, de mucha emoción ver a ese helicóptero que lleva una esperanza […] contempla vacunar a todas las personas que están en situación de riesgo», (el enfermo crónico soy yo y este gobierno, medita). «Yo llamo a todos mis compatriotas a vacunarse con tranquilidad, con seguridad»; entonces aparece la locura. Se saca la chaqueta, ante la mirada atónita de los ministros, se levanta la manga de la camisa y pide ser el primer inoculado; como no le entienden, elimina la mascarilla; cinco millones más, no es tanta plata; todo sea por la Nación. Es un momento de máxima tensión, pero él insiste; tengo que ser el ejemplo para Chile. Los tres matinales transmiten la escena en todos los ángulos posibles; incluso hacen referencia al paletó, perdón, chaqueta marca Boggi Milano. Le dicen que es imposible. El berrinche llega a mayores y pide que las cámaras se apaguen; que él no está para hacer el ridículo.



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