En El niño proletario, de Osvaldo Lamborghini, las primeras líneas dicen: «Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada». Se lee al burgués narrador congratulándose de no ser obrero y no vivir como un niño, que luego se convertirá en hombre, macho, solo capaz de dejar más explotados. Lamborghini golpea con fuerza, escribe sin metáforas, usando un realismo que sobrecoge; ser proletario es una maldición. Stroppani, o Estropeado; el niño víctima; es representado bajo la figura del Infans: pues no dice una letra en toda la historia; sin embargo, lo debemos aceptar como niño, ya que es capaz de comprender su situación de pobreza que va más allá del no tener y llega hasta la nula respuesta ante la agresión. El narrador, uno de los violadores, relata sin tapujos cada uno de los abusos sexuales a los que es sometido Estropeado, aquí no hay espacio para tropos; todo es crudo, pero la siguiente cita: «Cada cosa que se rompe y adentro que se rompe y afuera que se rompe, adentro y afuera, adentro y afuera, entra y sale que se rompe…», muestra parte de la chocante y bella estética de Lamborghini.
El niño proletario
Actualizado: 10 nov 2021
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