Los cuentos de Lota y otras latitudes, son de largo aliento, el personaje toma al lector de la mano y lo obliga a ir con él para hacerle frente a las vicisitudes y aventuras que le salen al paso. No es un personaje cualquiera, son hombres rudos, fieros, que se enfrentan a la vida con coraje y las ganas inmensas de ganarle la partida. No tienen otra meta que ser el matón, el forajido a quienes todos temen, en caso contrario están perdidos.
Ricardo García Ramírez es poeta y narrador. Y es en la prosa donde nos conmueve con estos cuentos de una narrativa especial, arrancada a tirones de lo más profundo de la tierra, presentándonos al minero enfrentado a la veta despiadada y dura, a su obligación de cumplir la meta señalada y llenar el carrito del atesorado mineral, solo que las ganancias no irán a su bolsillo sino al del patrón. Nos cuenta de la miseria del pueblo, del hambre y las grandes necesidades no satisfechas por la compañía ni las autoridades de Estado, Es una vida de sufrimiento, heredado de padres a hijos.
La lluvia que se incorpora al texto como un personaje más, notable.
Nos adentramos en las historias, saboreándolas de a poco, degustando las palabras y la anécdota, hasta llegar a un final que no deja de sorprendernos y, al mismo tiempo, entregarnos un sabor amargo. El hecho narrado se nos queda dando vueltas en la memoria hasta que se incorpora como parte de la vida, no la nuestra sino la ajena que pareciera que duele todavía más. Sorprende favorablemente la narrativa de este autor con años en el oficio, cuentos de excelencia que deberían ser lectura obligatoria en los liceos. La escritura es ágil, amena, engancha al lector, Lleva el hilo de la historia sin ningún tropiezo, cuentos que entusiasman. Los personajes muy bien dibujados, visuales, el lector los identifica rápidamente.
Los cuentos de Lota y otras latitudes, es un volumen imperdible de leer, allí palpita la vida oscura de un segmento importante de la sociedad.
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