Ninfa María, a pesar de la fragilidad que engañosamente irradia, es una mujer fuerte, empeñada en enfrentar con coraje las vicisitudes del diario vivir, Cuando se le conoce y se la escucha declamar su propia poesía, o en los performance con que suele sorprendernos, descubrimos la sorprendente fuerza interior que nos estremece, nos golpea duro. Entonces, deja de ser la jovencita frágil que creímos ver para convertirse ante nuestros ojos en una mujer aguerrida, transgresora. Y amamos esa fuerza
Este, “Líquida”, su primer poemario no parece haber sido escrito por una poeta primeriza. Hay en él la madurez poética de quien lleva mucho camino a cuesta. Vemos la sonoridad de la palabra dicha o escrita casi con rabia. Rompe esquemas, transgrede en la búsqueda de la verdad, se niega a ser una más de la manada, es la oveja negra que destaca, orgullosa, valiente.
Leemos en la contraportada, sus propias palabras:
“Al agua no le importa si fluye o se estanca, siempre termina siendo generosa. Acoplándose y haciéndose esencial, podemos afirmar que ya no somos nada sin ella…” “Obra dedicada a quienes se perciben prisioneros de alguna jaula invisible, de las buenas costumbres o de la norma general…”
Hay por allí, un verso que no olvido: “sangrar letras por los ojos”. O la estrofa de uno de sus poemas:
“¿Cómo rasgar un destino
con la boca llena de palabras en mute?
¿Cómo saber que no has renunciado aún
cuando no hay banderas que puedan marcar
tus pequeñas conquistas?
Y de su poema “Ser nadie”
“Arrancarse las raíces y dejar todo atrás
es el comienzo para desvestirse
Sacarse las capas para ver qué es uno en verdad
sentir el dolor de dividirse
Sacarse la piel y ver que no hay nada más.”
Siempre es un agrado leer o escuchar a Ninfa María, sus versos nos remecen, nos obligan a ver el mundo cómo ella lo ve, a dejar este mundillo de grata fantasía en que solemos sumergirnos y abrirnos a la realidad, aunque duela.
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