Ninfa María es una mujer con un encanto embriagador, toda ella, no solo su voz, nos atrapa, nos subyuga con las palabras. La conocí, tiempo atrás, precisamente en una de sus declamaciones, en casa de Paulina Correa, imposibilitados de reunirnos en el Refugio López Velarde, que había cerrado sus puertas por el estallido social. Entonces supe que era una mujer diferente y que desearía escuchar su poesía, porque el arte vive en ella.
Ella es poeta y performance chilena, co-fundadora del Colectivo Artístico Piño Choroy. Interviene la calle con declamaciones participativas. También forma parte del Colectivo Slam en Chile.
Promueve esta modalidad de poesía en bares y virtualmente.
Ha materializado sus textos en diversas puestas en escena, tanto en espacios públicos como en eventos relativos a las artes.
El poema “Maleza” es una verdadera obra maestra, dedicado a los menos privilegiados. Golpea, sacude, emociona. Versos que se nos quedan dentro, porque la maleza es desechable y sin embargo porfía en vivir, en incomodarnos.
El libro que presentamos hoy, es un libro novedoso, diferente y por eso atrae. Su solo título llama de inmediato la atención “La experiencia estética se comió mi tarea”, nace el deseo de leerlo, saber de qué trata. Un libro inclasificable. La autora escribe versos, tres o cuatro en cada página y son precisamente esas palabras versadas las que invitan a seguir la lectura, nace el interés por conocer a “Ella” que confiesa no haber hecho la tarea.
“Ella”
me pasó
me acabó
me arregló
me ful-minó
me tras-pasó
me con-figuró.
Así avanza Ella a versos cortos, como si fuera un pequeño gorrión, saltando baldosas sin detenerse ni desviar la dirección, sin pisar la raya que las separa.
Existe también un “otro”, que escucha y no interviene, salvo cuando es ella quien pone palabras en su boca.
Después mucho más adelante, continúa.
No hice mi tarea
prefiero borrar con el (no) acto
lo que dibujé con la lengua:
la promesa de ser Alguien.
Prefiero quedar pre-palabra
que escribir en falso
digamos que prefiero traicionar a Platón
y no tanto a Aristóteles.
Es un libro híbrido, después de varias hojas en verso pasa a la prosa (pág, 27)
“igual que ellas podría decir que me tranquiliza que la palabra no sea la dimensión única de realidad que no lo invade todo que puedo o no puedo palabrear que hay una decisión ahí que puedo parar en cualquier momento de definirme y de juzgar el mundo con nombres…”
Ella nos lleva por sus pensamientos, los anhelos, las angustias, la negación. Y con Ella continuamos avanzando en la lectura hasta encontrarnos en la siguiente página, que tiene escrita una sola palabra en toda la hoja, repetida incesantemente, como un mantra “vivimos” (ninguna con mayúscula) hasta volver al verso y ponerle a Ella un nombre.
“De ahora en adelante a Ella la llamaré Amor, dice la autora. Y repetimos los mismos versos del comienzo. Quizás ponerle Verdad, nuevamente repite los versos. Incluso le pone a Ella Todo, y siempre los mismos versos, lo mismo sucede cuando la llama Empresa, aún cuando le pone País. Pero esos versos, que son repetitivos tienen un significado distinto cada vez que le pone a Ella un nombre diferente.
Es un continuo reproche a la vida, a la existencia vacía de un aquí y un ahora. Por eso Ella insiste:
otras veces hay una calma tan grande
que enerva
de tanta lucidez
allí
¿fumar o escribir?
¿vivir ocio o reflexionar ocio?
¿dejar su registro plasmado para nadie?
Un libro interesante, no fácil de leer, se debe degustar de a poco, beberse los versos lentamente, porque en el fondo entendemos de qué nos habla Ella, la protagonista de esta historia.
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