Este es un libro que atrapa desde el título, no por morbosidad sino el hecho de querer conocer la historia que nos cuenta su autor: Gerald Espinoza Mogollon, un hombre joven, peruano, sencillo, amante de las letras y del teatro, actor en cada una de sus células, como se verá a través de la lectura. Estudiante egresado de teatro en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, alumno destacado de nuestro dramaturgo Juan Radrigán. Se codeó con actores conocidos, con escritores de obras teatrales, tuvo su papel en algunas de ellas No obstante, la vida le guardaba una desagradable sorpresa. Pero, él con gran fuerza interior no se aminoró, enfrentó los días, semanas y meses con sorprendente coraje.
Y de ello nos habla en este grandioso libro. Una vez en libertad pudo olvidar, convertir lo vivido en un mal recuerdo, no volver a mencionarlo. Pero quiso fuese un libro que ayudara a otros jóvenes. El error de cruzar la línea está siempre latente.
El penal es un sitio donde nadie quisiera estar, el peligro constante en el entorno, la lucha por la sobrevivencia, el poder del más fuerte; sin embargo, a través de estas líneas Gerald demuestra que también existe la hermandad, el compañerismo, incluso cierto tipo de bondad de hombres rudos, agresivos. El libro nos habla de la jerarquía y costumbres entre los presos, el respeto y los códigos de conducta. También de lo lento del sistema judicial en Chile, la rutina de los tribunales.
El autor se encuentra adentro con compatriotas que lo acogen y se protegen unos a otros, existen diferentes grupos, unos más agresivos que otros, comparten sus historias, la comida que alguna visita les puede llevar.
Como hombre amante del teatro, Gerald forma un grupo teatral y exhiben una pequeña obra escrita por él, con aportes teatrales de cada uno de los entusiastas actores. Hubo días de intensos ensayos y clases de maquillaje. El día de la función son aplaudidos de pie, sus compañeros de celdas, incluso los gendarmes, les piden autógrafos, las autoridades gratamente sorprendidas reconocen los esfuerzos y el buen término de un sueño grupal.
Otro momento emotivo es cuando un día de enero la compañía “Royal de Luxe”, en el transcurso de “Santiago a Mil”, acude a presentarles un espectáculo musical de dos horas, reunidos en el gimnasio los presos no cabían en sí de gozo. Gerald no olvida la frase que les dijeron antes de comenzar la función: “Ustedes no son delincuentes, ustedes son humanos. Ustedes son humanos que han tenido una suerte diferente, pero la pueden cambiar”.
Emociona también el venusterio, el encuentro amoroso con su mujer. La visita de sus hijos. Su mirada al cielo estrellado a través de la ventana de su celda, sus rezos, las conversaciones con la palmera que divisaba a corta distancia. Su llanto callado.
“Santiago uno, historia de un extranjero preso en Chile” de Gerald Espinoza Mogollon es un libro que hay que leer, conocer ese otro mundo oscuro y descubrir que a veces, en algún momento, esos hombres viven instantes de luz.
Comments