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Adeviki, un poco sobre mí.

  • Writer: entre parentesis
    entre parentesis
  • Mar 10, 2021
  • 4 min read

Comencé temprano en el mundo de la psicoterapia, cuando el asombro de existir se manifestó como preguntas que ardían dentro de mí corazón de niña. Quería saber cómo es que había aparecido yo en esta tierra, de dónde venía y quién era. Durante largos años hice casi enloquecer a mi madre con preguntas como: Mamá, si tú te hubieras casado con otro hombre, otro hombre hubiera sido mi papá... entonces ¿habría nacido yo, o habría nacido otra persona? Mamá, y si en vez de mi nombre me hubieras puesto, no sé, marcela. ¿Yo igual sería yo, o sería otra persona?

Por supuesto ninguna de sus respuestas apagó mi sed de conocer aquello misterioso y profundo que se esconde tras las formas del mundo manifiesto.

La vida comenzó a ocurrir y, los múltiples dolores, propios de una infancia que crece en medio de un hogar con adultos heridos y de un mundo enrarecido, no tardaron en volverse tierra fértil para que mi corazón de púber, se zambullera con máxima intensidad en la búsqueda interior. Necesitaba comprender el mundo humano y sus infinitos dolores, y necesitaba, -desesperadamente- aprender a hacer algo con los míos propios. Mi corazón intuía que, sino encontraba la manera de alquimizar todas las desesperanzas, temores, inseguridades y rabias que ya, abundantemente me poblaban, mi destino sería el mismo de aquellos que yo con horror observaba. Un destino que les había apagado la luz de sus ojos y tallado en el rostro un rictus frío y sombrío.

Y como siempre el universo responde a lo que vibra con fuerza en el propio corazón… llegó a mis manos un 1er libro: El hombre estelar, de Darío Salas, (John Baines, su seudónimo). 2do medio. Yo, 13 años. Ahí comenzaron mis 1ras escapadas de clases. Con mi amigo David Coliqueo, nos fugábamos para leer esas páginas misteriosas, escondidos del inspector, bajo una escalera. El libro era de su padre, y él lo había tomado sin permiso. El libro estaba completamente ajado. Para protegerlo lo llevaba envuelto en una pañoleta antigua de seda, lo leíamos con el fervor y el cuidado de quienes están abriendo un tesoro antiguo que saben que no deberían tener entre sus manos.

Se convirtió en nuestro rito. Todos los días, por más de un año, a la hora acordada, la fuga, la escalera, dos páginas, a veces tres, no podíamos devorarlo, lo que ese libro decía te obligaba a ir lento, te hipnotizaba, detenía el mundo y todo se percibía en cámara lenta. Así íbamos paladeando cada estrofa, poco a poco. El libro proponía una mirada “operativa” de la espiritualidad. Una manera concreta y práctica para anclar en el cotidiano esa energía que, aunque no sabíamos qué era, ambos intuíamos que sería la única que nos podría llevar a comprender el extraño mundo que tanto nos agobiaba y descubrir quienes diablos éramos y para qué habíamos nacido aquí!

El fuego nos consumía. Rápidamente comenzamos a realizar las diferentes prácticas que ahí se sugerían, y rápidamente comenzamos a notar una poderosa transformación de nuestra energía.

El libro postulaba la importancia de desarrollar un Yo volitivo, un YO, - así, con mayúscula-, que sería el encargado de dar cohesión al mundo interior mediante el desarrollo de la fuerza de voluntad, para gobernar el propio mundo interno y dejar de estar a merced de los cambios de ánimos y deseos de los distintos “yoes” psicológicos que viven en la mente de cada humano.

Muchas de las cosas que descubrimos entre sus páginas nos transformaron la vida, como que el hecho de que el escritor era también director y fundador de una escuela de desarrollo espiritual que existía, ¡EN SANTIAGO DE CHILE!

En mí no hubo espacio para la duda, yo tenía que ir allí. David entonces me confesó que sus padres pertenecían a dicha escuela, pero que era muy difícil ingresar. No me importó. Con el fuego de los 15 años llamé y pedí una entrevista. Me dieron una fecha, faltaban como 7 días. Los 7 días más intensos y gloriosos de esa época de mi vida. 7 días en los cuales puse todo, todo mi ser en levantar mi energía. Salía a correr, realizaba meditaciones a diario, días de ayuno líquido, caminatas consiente, me vestía en cámara lenta, etc., todo con el foco puesto en que mi energía estuviera alta, no por una idea de purificación, no, yo ya había aprendido, (practicando el libro), que cada vez que ejercitaba mi fuerza de voluntad y me entrenaba en el arte de sobreponerme a la flojera, inercia y mecanicidad, eso se transformaba en un chorro gigantesco de energía disponible, y yo necesitaría mucha energía para conseguir que ellos, los que me fueran a entrevistar, vieran la fuerza de mi fuego interior, vieran como mi corazón ardía por la sed de la verdad, para que mi corta edad no fuera un problema, y me dejaran entrar.

Como he dicho, me inicié tempranamente en el mundo de la psicoterapia. Comencé desde el inicio y por el inicio, es decir, comencé por mí, desde adentro hacia afuera.

Primero fue la experiencia, luego el marco teórico. Primero sucumbí al dolor, al desamparo, al más profundo abatimiento, a la oscuridad. Después, y sólo después, pude conocer la luz, la templanza y la serenidad.

Esta historia continuará, para todos ustedes, en la próxima edición de esta hermosa revista: Entre paréntesis.

Namasté.

Adeviki Prem

Orientadora Familiar mención en Relaciones humanas

Universidad de Los lagos

Terapeuta Floral línea Evolutiva, Reiki.

Mujer temazcalera del FSI Chile

Escritora. Contadora de Historias.

Facilitadora de encuentros humanos para el desarrollo del Arte de, -simplemente-, Ser.

FB e Instagram: Adeviki Prem

Fan Page: Cuento la Vida


Marzo 2021


 
 
 

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