La noche llegó sin palabras
Sigilosa
Cómplice con sigo misma
Te presentó
Con su manto estampado
Llena de estrellas perfumadas
Y eras la princesa iluminada
Por luciérnagas coronas en ti
Como diademas
De exquisito fulgor
Que marcaban la diferencia
Entre un ser terrenal
Y la figura pletórica
De una empoderada Diosa
Con la cual
Sin temor caminabas
Entonces,
La ninfa de los bosques
Cedió su espacio
Ante tal criatura celeste
La noche llegó inquebrantable
Muda
Observante
Hurgando en los detalles
Inspeccionando cada paso
Absorta en los que haceres
Quizás mínimos
Tal vez exiguos para algunos
Para otros,
Hasta extravagante
En su exquisita normalidad
De rictus noctambulos
Incrustando
Los más tiernos,
Dulces
Y silenciosos placeres
Pulcra en su obscuridad
Como pulcra es la montaña
Que libera sus secretos
A medida que la enamoras
Celosa
Porque cada movimiento tuyo
Solo tenía
El propósito
De una razón determinada
Por sus entrañas rocosas
Piadosas en sus sombras
Como gemelas multiplicándose
En un espejo infinito
Poniendo a tus pies
Gemas de inigualable ternura
Diamantes que excedían la hermosura
De su propia naturaleza
Y tú,
Eras al mismo tiempo
La abanderada
Del amor y la nostalgia
De lo sutil y lo superfluo
De la efímera noche eterna
Y su canto adverso
Sin mucha parafernalia inservible
Solos tu y yo
Iniciando el primer encuentro
En el campo
De lo netamente sagrado
Del amor más sublime
Silencioso y perfecto
La noche llegó sin palabras
Cauta
Y determinada
Sin miramientos de ninguna clase
Entregando
Las sutiles armas del asecho
En las manos del verdugo
Lacerando el corazón
Mutilando la esperanza
Arrojándome a la soledad misma
Coartando el tiempo
Arrebatándote
Con el amor en las entrañas
Con todo y nada...
La noche llegó
Sin palabras...
Para llevarte lejos
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Juan Francisco Pezoa
Poeta
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