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  • Writer's pictureentre parentesis

Fue decisión del absurdo censor

de las fantasías rosas

y la amatoria,

publicar en el Diario Oficial,

junto al horóscopo,

mi muerte presunta.


Quise asumirme muerto,

pero se rebeló mi savia de labriego.

Dejé de existir por un decreto

y pasó como un soplo

el dolor de mis amigos.


Mustia mi estrofa

fue rebotando féretros.

Por los rincones quedaron

mis fósiles cuadernos,

se oxidó mi medalla,

se apolillaron mis diplomas.


Mi foto se archivó

con ropas viejas y así

transité por baratillos,

disecado, huérfano,

pasado a naftalina

y amarillo.


Mi muerte en nada varió los ascensores.

Las ferias encarecieron sus limones.

Un ministro recomendó usar vinagre

y en otro decreto omnipotente,

junto al mío,

fijaron recetarios oficiales.


Mi muerte nada varió,

Mas, mi sombrero

se lastimó apolillado

en el granero.


No toleré el hielo legal

sobre mi frente

y morí de verdad,

porfiadamente.


Los responsos compartí

de cuerpo ausente,

incrédulo testigo

de los discursos últimos.

En la misa desertaron

mis parientes,

la falta de gloriado

se hizo evidente.

Mi suegra arregló bien su peinado

celebrando en las páginas sociales.

La socia flaca se fue con mi negocio,

y siguió sus fofos amores torturantes.

Descansé de avalar tanto descaro

y al buen rato disfruté confiado

el flamante status

de finado.

Con qué ironía se ha escrito mi epitafio,

inflando el ego

del buen sepulturero,

para mentir de últimas

que fuiste un hombre íntegro,

que martillaste lunas

y que moriste a tiempo.

Así partí,

cayendo a mis mazmorras.

Hasta que Él llegó

a compartir mi mesa

y mis hijos …

viendo Tele

se quedaron.




  • Writer's pictureentre parentesis

Dejó su perfume de diosa dormida,

desazón primaria,

precoz fantasía.

Chiruca era prima

de albos zoquetes,

sus muslos, columnas

de brisas ardientes.

Rococó, quillay,

su pelo de arenas,

la prima dormía entre veinte almenas.

Manzana, cristal,

mazorca temprana,

luminoso juego

su piel pregonaba.

Laberintos de aroma muy tibio,

tobogán de lunas,

callado erotismo…

Trepado en su lecho,

de bronce y perillas,

yo era Tex Selenius,

ella mi cautiva.

Intuición de almíbares,

yo era el vigía,

ella mi afrodita,

mi rosa encendida.

Sin fanal ni brújulas,

en el gran navío,

fue sensual durmiente,

yo, su duendecillo.

Y mientras sus labios

musitaban noche,

eran poesía,

yo, con mis tres años,

para poseerla

tan solo la olía.




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Eroscidio. Amática contra el desamor.

Hernán Narbona Véliz. 1988

Propiedad Intelectual N° 69092

del 29 de Febrero de 1988

 

Portada y Dibujos: Camilo Carrizo Opazo.

Diseño Gráfico: Rivera Composición, Valparaíso.

Edición de 500 ejemplares.

Se terminó de imprimir en los Talleres de Ediar Cono Sur.

Fanor Velasco 16.

Santiago de Chile, Abril de 1988.




MIS IMPUNTUALIDADES


¡Oh, mis impuntualidades!

Las llevo como cencerro,

siempre anuncian mi visita.

Desde mis idilios me consagré

impuntual por doquier.

A muchas novias sorprendí

recapacitando citas anheladas

e increpándome tras sus telarañas.

En mi matrimonio lucí

mi impuntualidad más destacada.

Mi mujer la colgó en un marco de ira

sobre nuestra cabecera

y la archivó solemne

en su enciclopedia del rencor.

No podía yo ser menos

si mi abuelo bucanero

perdió su bergantín allá en Papudo,

ancló en Salamanca sus amores,

sedujo brujas y lució por Aconcagua

su impuntual prestancia

de corsario galo.

Como él

me consagré impuntual por doquier,

perdí aviones,

en las misas con gran suerte alcancé los ofertorios.

Rechacé con alergia el reloj control.

Decidí ser poeta independiente.

En el ciclo del aura orbité de contramano.

Mi impuntualidad vistió sus acuarelas.

Descifró auroras a mediodía

y fue crepuscular rayo de sol

en madrugadas.

Mis atrasos me anticiparon a cada minuto,

hasta que le hurté al planeta

un circuito vital.

Desde entonces

me congratularon las gaviotas

por mi reencarnación aventurera.

Yo venía del ayer con mis apuros,

priorizando lo simple,

jerarquizando los besos escondidos.

Ellas me pensaron –pobrecitas-

portero secular de la mañana.

¡Oh, mis impuntualidades!

Tintineantes certificaciones

de mi corta burocracia,

de mis insensateces blancas,

de la cartomancia que distrajo

mis deberes.

¿Cómo les explico ahora a los rectores

que si llego a tiempo

es por traslación de un siglo entero?

¿Cómo convencerlos de mi acierto,

si impuntualidad mediante,

hoy llegué primero?




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