La risa me la han robado,
La anclaron a dos pirámides de hielo
en medio de arenas y cactus.
De nada sirve la mueca,
mi risa está cautiva
a los troncos humeantes
de un dolor contiguo.
Mi risa exprime sus últimos cartuchos
para reventar el siglo.
Mi risa vende sus dientes
en remates de marfil de mala clase.
Escudriña las arrugas de mis ojos,
o busca
la comisura de mi boca
para instalar su cabecera de playa
en el lunar izquierdo.
Pero se entrampa, claudica.
La carcajada que dispara
es fofa tosecilla censurada.
Remiendan los ojos sus miradas.
Son diques cautelosos
para explorar nuevamente el sol.
Al final
me río de mis desreíres,
de mis disfunciones humorísticas.
La risa engrillada se persigna
en el reclinatorio de esta noche larga
y fragua escapatorias contagiantes.
Usa cilicio masoquista,
se ríe de sí misma
y, vestida de fábulas y cuentos,
asume
la farándula diaria
de sobrevivir.
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