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LA TRAICIÓN Y LA DERROTA

Décadas que cuesta ordenar, porque la sinrazón, las mentiras del poder, la traición, han clavado esquirlas en la humanidad de este pueblo, degradando la noble pobreza marrón del siglo pasado, cuando se vestía bototos demacrados por los inviernos, pero relucientes tras los lustrines de la decencia.

Las espaldas se curvan, los ojos buscan adoquines por instinto, a horcajadas sobre los muelles, el siglo destila sus aguardientes de fuego, adornando las peatonales con los anuncios de un titiritero, impidiendo que fluyan los volcanes marinos.

Pintarrajeando madrugadas, contando los ladridos remotos de los perros, se vienen los sueños como hojas de un block, apretadas por la ira, flotando los días parejos por la incierta canasta de escritorios desvencijados, con retazos de discursos censurados, enmudeciendo las editoriales de la cobardía, sin explicar, ahogadas las palabras que quisieron estallar como cascada, pero quedaron tiritando en el vendaval frío de lo prohibido.

Cargamos en esta larga noche entumecidas palabras que caminan en fila india hacia los acantilados del silencio. Una oración musitada apenas, levita por los barrios violentos, por los relaves ácidos de pueblos fantasmas, aves que desaparecen, dolores que los titulares se niegan a sincerar, en la ancestral mentira de los poderosos.

Valles sin zorzales, la codicia robando el agua, contaminando los mares y las arcillas. Las lágrimas son una piadosa mantilla que despeja la camanchaca, ayuda a llevar la angustia de los campanarios. Y puedes salir cada mañana al trabajo, saltando por los fétidos callejones donde perros vagos acompañan a zombies desolados por las garras del vicio.

Vamos con las pústulas de la traición en el alma, como esclavos sin memoria, negando la historia, secándonos en penas recónditas, con cicatrices de resistencia, escarbando en los diarios de vida un aliento verde que nos ayude a recuperar los sueños, utopías y ritmos de aquellas alamedas clausuradas por el miedo, por esos placebos democráticos que nos vendieron, como espejuelos brillantes, los solemnes juristas, coludidos con los pretorianos de la impunidad y la muerte, en una circense parodia de progreso y crecimiento.


Hernán Narbona Véliz, 25 de febrero de 2018.



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