Se empinaron quejumbrosos l
os lechos inconclusos
de las mujeres solas
El vejete plazolino percibió pasar
su placidez de viudas
Marchitas amapolas
pegadas al ritmo
de pulpería, parroquia,
rosario y angustia
Muy por dentro se nota
la soledad ronca
de demoradas cartas
Muy por dentro
se arrincona el alma
en la piel vibrante
que hoy es una losa
Cesaron las cantatas
de los mediodías
Mustia la jornada
se estiró en costura
Sus ojos delatan
cual un libro eterno
a otra noche en vela
que los estrujó
Sus cartas preñadas
de aquellas palabras
que siempre calló,
son la pincelada
de un amor vetusto
que no claudicó
Son fuego latente
que envía cien besos
en cada final
En algún recodo
de una calle apátrida
persignó esa carta
el madrugado aliento
de una canción.
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