Me escudriñas,
hermosa y filosa, muerte,
espejismo de auroras,
tus desnudos pies de silencio,
hasta mi lecho se acercan
Desde la esquina recóndita
de los remordimientos,
desciendes en pálido augurio
y tu mirada ausculta mis dudas.
Te reconocen mis sueños,
eres sortilegio
de deseo y frenos,
fantasía de pueblos en garúas,
diálogo de horizontes y volcanes.
Truena tu inquisidora mirada
como una súplica o una sentencia
Quizá seas fantasma de un idilio
que caducó entre rugidos,
tendiendo sus mentiras miserables,
como alambres de púas del olvido.
Te apareces entonces,
cual bruja vengativa,
seducción habilosa,
un traspiés asesino
Castigando la impiedad
de un poema perdido.
Te contempla indefensa
mi pasión desteñida
Me alcanza en tu látigo
el rencor más mezquino
Y entonces, me envuelve,
sin prisa ni pausa,
tu puntual cometido.
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