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MUERTE PRESUNTA

Fue decisión del absurdo censor

de las fantasías rosas

y la amatoria,

publicar en el Diario Oficial,

junto al horóscopo,

mi muerte presunta.


Quise asumirme muerto,

pero se rebeló mi savia de labriego.

Dejé de existir por un decreto

y pasó como un soplo

el dolor de mis amigos.


Mustia mi estrofa

fue rebotando féretros.

Por los rincones quedaron

mis fósiles cuadernos,

se oxidó mi medalla,

se apolillaron mis diplomas.


Mi foto se archivó

con ropas viejas y así

transité por baratillos,

disecado, huérfano,

pasado a naftalina

y amarillo.


Mi muerte en nada varió los ascensores.

Las ferias encarecieron sus limones.

Un ministro recomendó usar vinagre

y en otro decreto omnipotente,

junto al mío,

fijaron recetarios oficiales.


Mi muerte nada varió,

Mas, mi sombrero

se lastimó apolillado

en el granero.


No toleré el hielo legal

sobre mi frente

y morí de verdad,

porfiadamente.


Los responsos compartí

de cuerpo ausente,

incrédulo testigo

de los discursos últimos.

En la misa desertaron

mis parientes,

la falta de gloriado

se hizo evidente.

Mi suegra arregló bien su peinado

celebrando en las páginas sociales.

La socia flaca se fue con mi negocio,

y siguió sus fofos amores torturantes.

Descansé de avalar tanto descaro

y al buen rato disfruté confiado

el flamante status

de finado.

Con qué ironía se ha escrito mi epitafio,

inflando el ego

del buen sepulturero,

para mentir de últimas

que fuiste un hombre íntegro,

que martillaste lunas

y que moriste a tiempo.

Así partí,

cayendo a mis mazmorras.

Hasta que Él llegó

a compartir mi mesa

y mis hijos …

viendo Tele

se quedaron.




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