A todos nos ha pasado, que amigos que estaban en Facebook de pronto fallezcan y que sigan en su muro, participando de la red. El punto es que, en proyección, miles y miles de miembros de esta red habremos muerto y seguirán los posteos y las fotos como una mega biblioteca de la civilización del siglo XXI, donde quedarán las huellas de nuestro paso por esta dimensión, en un disco duro que flota en alta mar, en una telaraña gigante que se va tragando a la humanidad.
Facebook tendrá más muertos que vivos y los antropólogos del siguiente siglo indagarán en nuestras historias sobre los hábitos culturales de éste, nuestro tiempo. Hasta ahora, a Facebook no se le ocurre un link al más allá, quizás a la mitad del túnel, que permita cerrar la cuenta o dejarla de herencia para los reservorios del futuro.
Facebook es la vida al aire libre, en la vereda de gigantescas ferias, donde somos virtuales y en esa dimensión inmortales, claro, hasta que no venga el gran hermano y te formatee los archivos y dé tu espacio en locación a otros clientes.
Por ahora, convivo en la red con amigos que ya partieron y los diviso cada tanto. Hasta ahora, ninguno me ha comentado nada, ni me ha enviado algún me gusta. Pero, cuando sean más los muertos que los vivos en la red, será tétrico deambular por muros inermes que nunca más se actualizaron. Salvo que algunos espíritus traviesos comiencen a buscar romances tardíos en los sitios de solteros.
Buaaaaaá, tenga cuidado...
Caballero de la Rosa
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