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Octubre de Hernán Narbona



¡BIENVENIDA, PRIMAVERA!


Germinamos en la

cultura de la vida

Florecemos contra viento y marea

Emergemos de los espantos


Afiatamos nuestra pluma

tras musas que se desnudan


Cantamos o simplemente silbamos

Arremetiendo como golondrinas

que no hacen verano


Nos vestimos con flores

y las auroras nos alientan

a reencontrarnos con la pasión

Con las casas de citas

Con los lentos

Con la complicidad jocosa

de los amantes


Las pasiones al descubierto

En algarabía

Escapando a las playas

tras orgasmos de utopía

Sembrando semillas de reconciliación

-de ésas que se dicen fogosas -


Que este canto inflame los caminos

Y nos reconforte la palabra

Flameante

como volantín de septiembre


¡¡¡Bienvenida, Primavera!!!



¿Dónde?


Los claveles rojos entregan a la Historia un vagido de Vida, que demuele corvos, rieles y yataganes de la bestia, genocida, artera y cobarde, en sus pactos de silencio.

Son blasones de amor persistente, que cruzan los límites para mantener vigente la palabra libertad.

Son besos maternales acuñados en un duelo candente, forjado como resistencia en las catacumbas de barriadas ignoradas.

Son rojos lagrimones cruzando el océano y llevan el coro de la tragedia, exigiendo verdad al poder atrincherado en sus peores vilezas.

¿Dónde sumergió sus cuerpos profanados el genocida fascista?

A la deriva, por las constelaciones de la esperanza, las mujeres solas depositan sus oraciones de rebeldía y los victimarios cobardes eluden la justicia de los hombres.

Pero jamás podrán escapar de las saetas justicieras de esos claveles rojos, que hoy se alejan con su eco interminable: dónde están, dónde están, dónde, dónde, dónde.


8 de Septiembre/2023


El Diablo murió en Petorca


En el paroxismo de la ruindad

ardieron los bosques primigenios,

el humus se hizo cenizas

la brisa olorosa de los piñones

se tornó lengua arenosa,

carenando los cristales de catedrales


Los ríos perdieron sus afluentes

Los drenes hirieron las cuencas

Succionó su avaricia

el agua que bañaba generosa

chilcas y zarzamoras,

pejerreyes y truchas


Donde nacen los ríos,

máquinas amarillas

desviaron sus cauces


Los glaciares se cubrieron

de polvo de tronaduras

y sin espejos, de calor,

fueron muriendo


Lenguas ácidas se apilaron

por los relaves

En cianuro residual,

dejó su huella

el oro de sangre


El modelo pervirtió

lo que tocaba

El paisaje armonioso

de cigarras y mirlos

se apagó como leña cenicienta


Las cabras enflaquecidas

se comieron las vides

A borbotones, el desierto

partía las quebradas


El diablo emigró

de pueblos ancestrales

Lo había derrotado en maldad,

el patronazgo


Se le vio,

ermitaño y marginado,

añorar las leyendas

de Urdemales


En medio de cementos,

fue uno más,

sin número siquiera,

sin ficha e ignorado,

gente de calle, pordiosero


La perversidad del hombre

lo había superado

Hasta él, ángel rebelde,

se conmovió del descalabro,

sorprendido ante el mérito inusual

de sus pupilos


El estropicio, imbécil y suicida,

superaba los manuales del averno

Inéditas resultaban

la avaricia y la estupidez, aliadas


Entonces, el diablo buscó asilo

Destruir la obra del Padre,

era demasiado

A tanto, él no se atrevía.


Por los paralelos mundos

del meta verso.

Don Luci había caducado,

Era un viejo, un anticuado





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