¡BIENVENIDA, PRIMAVERA!
Germinamos en la
cultura de la vida
Florecemos contra viento y marea
Emergemos de los espantos
Afiatamos nuestra pluma
tras musas que se desnudan
Cantamos o simplemente silbamos
Arremetiendo como golondrinas
que no hacen verano
Nos vestimos con flores
y las auroras nos alientan
a reencontrarnos con la pasión
Con las casas de citas
Con los lentos
Con la complicidad jocosa
de los amantes
Las pasiones al descubierto
En algarabía
Escapando a las playas
tras orgasmos de utopía
Sembrando semillas de reconciliación
-de ésas que se dicen fogosas -
Que este canto inflame los caminos
Y nos reconforte la palabra
Flameante
como volantín de septiembre
¡¡¡Bienvenida, Primavera!!!
¿Dónde?
Los claveles rojos entregan a la Historia un vagido de Vida, que demuele corvos, rieles y yataganes de la bestia, genocida, artera y cobarde, en sus pactos de silencio.
Son blasones de amor persistente, que cruzan los límites para mantener vigente la palabra libertad.
Son besos maternales acuñados en un duelo candente, forjado como resistencia en las catacumbas de barriadas ignoradas.
Son rojos lagrimones cruzando el océano y llevan el coro de la tragedia, exigiendo verdad al poder atrincherado en sus peores vilezas.
¿Dónde sumergió sus cuerpos profanados el genocida fascista?
A la deriva, por las constelaciones de la esperanza, las mujeres solas depositan sus oraciones de rebeldía y los victimarios cobardes eluden la justicia de los hombres.
Pero jamás podrán escapar de las saetas justicieras de esos claveles rojos, que hoy se alejan con su eco interminable: dónde están, dónde están, dónde, dónde, dónde.
8 de Septiembre/2023
El Diablo murió en Petorca
En el paroxismo de la ruindad
ardieron los bosques primigenios,
el humus se hizo cenizas
la brisa olorosa de los piñones
se tornó lengua arenosa,
carenando los cristales de catedrales
Los ríos perdieron sus afluentes
Los drenes hirieron las cuencas
Succionó su avaricia
el agua que bañaba generosa
chilcas y zarzamoras,
pejerreyes y truchas
Donde nacen los ríos,
máquinas amarillas
desviaron sus cauces
Los glaciares se cubrieron
de polvo de tronaduras
y sin espejos, de calor,
fueron muriendo
Lenguas ácidas se apilaron
por los relaves
En cianuro residual,
dejó su huella
el oro de sangre
El modelo pervirtió
lo que tocaba
El paisaje armonioso
de cigarras y mirlos
se apagó como leña cenicienta
Las cabras enflaquecidas
se comieron las vides
A borbotones, el desierto
partía las quebradas
El diablo emigró
de pueblos ancestrales
Lo había derrotado en maldad,
el patronazgo
Se le vio,
ermitaño y marginado,
añorar las leyendas
de Urdemales
En medio de cementos,
fue uno más,
sin número siquiera,
sin ficha e ignorado,
gente de calle, pordiosero
La perversidad del hombre
lo había superado
Hasta él, ángel rebelde,
se conmovió del descalabro,
sorprendido ante el mérito inusual
de sus pupilos
El estropicio, imbécil y suicida,
superaba los manuales del averno
Inéditas resultaban
la avaricia y la estupidez, aliadas
Entonces, el diablo buscó asilo
Destruir la obra del Padre,
era demasiado
A tanto, él no se atrevía.
Por los paralelos mundos
del meta verso.
Don Luci había caducado,
Era un viejo, un anticuado
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