Dejó su perfume de diosa dormida,
desazón primaria,
precoz fantasía.
Chiruca era prima
de albos zoquetes,
sus muslos, columnas
de brisas ardientes.
Rococó, quillay,
su pelo de arenas,
la prima dormía entre veinte almenas.
Manzana, cristal,
mazorca temprana,
luminoso juego
su piel pregonaba.
Laberintos de aroma muy tibio,
tobogán de lunas,
callado erotismo…
Trepado en su lecho,
de bronce y perillas,
yo era Tex Selenius,
ella mi cautiva.
Intuición de almíbares,
yo era el vigía,
ella mi afrodita,
mi rosa encendida.
Sin fanal ni brújulas,
en el gran navío,
fue sensual durmiente,
yo, su duendecillo.
Y mientras sus labios
musitaban noche,
eran poesía,
yo, con mis tres años,
para poseerla
tan solo la olía.
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