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A mi higuera

Hermosa… mi confidente la amo, cuando estoy melancólica, me abrazo a ella, y somos latidos y savia.

Guille.


Tras la ventana de mi rincón

me besas los parpados

y te pegas a mi piel

para reducir mis angustias;

como un discorde guardián silente.

Somos un mismo cuerpo

asfixiado de historias,

eres la soga de mi columpio,

un cordón umbilical

la jaula abierta de mis pensamientos.

¡Y me pregunto porque no huyes!

Todo esto siento en mis silencios

de los hilos que no encajan

en las telarañas del deseo.

Atraviesan tus grietas

mis ilusiones de piedra,

indagando como un beso en los senos

ultrajando tu íntima libertad.

Quizás el latir de mi vida

y la savia que habita en tus fisuras

es el reflejo de mi espejo.

Espero verte florecer

donde nos desvele la nada

del silencio profundo.




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