top of page

El Grunge rancagüinoFrancisco Marín Naritelli

Guitarras electroacústicas, tristeza, furia, rebeldía, nostalgia, todo un imaginario de desencanto y heroína, y alcohol. Eso es el Grunge, un hito musical distante de la luminosidad del Britpop o la herencia sesentera, setentera, incluso ochentera. Un hito en sí contradictorio, claro está, que representaba tectónicamente a toda una generación perdida. Ya consumada la superación de la esperanza utópica con el fin de los grandes relatos, a juicio del crítico cultural Marc Fisher, el Grunge encarnado, con más fuerza, en Kurt Cobain y Nirvana, no era sino una pieza más del espectáculo, de la cultura mainstream, la de MTV; el cliché de la autodestrucción a pesar (o quizá, inquietamente, “junto con”) de las ventas y la popularidad, marca el tono de la posmodernidad. Dice el autor en Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?:

“En estas condiciones incluso el éxito es una forma del fracaso desde el momento en que tener éxito solo significa convertirse en la nueva presa que el sistema quiere devorar”.

Un último grito. La muerte de Cobain “confirmó la derrota”. El rock ya “libre de esa angustia existencial”, solo podía reproducir las formas del pasado sin ansia alguna. Capitalismo y Grunge. El Grunge como acápite dentro de la larga estela del consumo, como el resto de la música y la cultura. Despojados del futuro, la realidad “capitalista” se yergue como último estandarte, como único horizonte de sentido.

¿Qué hacer? ¿Qué formas y estilos pudieran revitalizar una alternativa, una tentativa de resistencia desde el arte? Esa es la pregunta que me hago cada vez que descubro un nuevo grupo. Ahora me detengo en Clon. Leo sus letras, escucho su música por YouTube. Escribo este prólogo.

“Volar y no regresar

Lo oscuro está en mí, lo siento así”.


Primera página, lluvia de palabras: conciencia, demencia, navajas, cuchillos, cadenas. En la normalidad de las exclusiones, en medio de aquel mundo indolente y ominoso, el alma nocturna desea libertad y fuga.


“El destino es un complejo inesperado

El silencio es un murmullo está latente”.

Clon a través de la voz de su vocalista y compositor, Juan Pablo Sequeida Göede, nos trasmite potencia, sensibilidad, retazos de alegría e ímpetu para gritar. Sí, gritar. Gritar muy fuerte. Y, desde 2014, como parte de un proyecto musical El Átomo, banda de rock progresivo experimental, también gritar para encontrar un estado de contemplación, una conciencia, una reflexión.

“Y la batalla se vuelve eterna

quiero gritar quiero escapar

y la batalla se vuelve eterna

quiero escapar quiero gritar”.


“Comienzo a pensar que

siempre habrá en algún lugar,

tal vez, solo en la oscuridad”.

Quizá no sea posible ninguna victoria. Quizás no arribemos a ningún puerto. Quizá, como dice Marc Fisher, el futuro ya fue. Pero nos queda, al menos, pese a todo y contra todo, el seseo de los sentimientos, contemplando el pasado, nuestro único refugio, entre compás y compás, sin hipocresía ni edulcorantes.


Prologo:

Proyecto Tortuga

Juan Pablo Sequeida Goede











3 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page