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Alfredo O. Torres

Las Empanadas de Sewell.


En 1942, la ciudad de las escaleras se conmovió producto de la desaparición de uno de sus habitantes. No se trataba de cualquier desaparición. Antonio Foretich, empleado de la Braden Copper se había esfumado abruptamente, y su esposa fue la primera en dar la alerta.


Se hablaba de una fuga, de la infidelidad del hombre y su huida con otra mujer. Miles de teorías estaban al acecho, hasta que una prenda deteriorada del desaparecido con muestras de sangre dio las pistas de algo peor…su asesinato.

¿Pero quién pudo haber sido el culpable de aquel acto?


Desde un comienzo todo era incierto, aunque algunos detectives de la época no dejaban de sospechar de ciertas actitudes de la mujer; sobre todo, por sus contradicciones. Y así fue, luego de muchos interrogatorios, llegaron a la verdad… la mujer atrapada en sus mentiras procedió a contar sus hechos. Contó que, con ganas de irse con su amante, había planeado fríamente el asesinato. Por eso una noche común y corriente decidió asesinarlo, y no halló nada mejor que utilizar el descuartizamiento.


María Hernández rodeada de cuestionamientos contó cada uno de los detalles. Desde cómo abrió el cuerpo hasta como trituró cada una de sus partes. Pero eso no era todo, la mujer muy inexperta en sus actos no había dejado bien en claro, qué era lo que había hecho con los restos de su esposo por lo que se decía que algunas partes las había botado, mientras que otras las había esparcido por toda la casa.


Un relato de un joven de la época aclaraba lo siguiente: “Doña María me dio un pedazo de carne durante esos días, diciéndome que me lo comiera, y yo se lo recibí; pero apenas estuve afuera lo tiré a la basura porque me dio mucho asco”


Y aquí es efectivamente donde comienza el verdadero rumor, pues resulta que mucha gente advertía que María no había encontrado nada mejor que incrustar los restos de su esposo en las empanadas que ella vendía a los trabajadores de Sewell.


-“Gûacala, yo conozco a alguien que comió de esas empanadas y no dejó de vomitar al otro día”…

-” Entonces era un dedo…Fulanito tenía razón…me dijo que la carne estaba muy salada, y que le había salido algo similar a un dedo”.

Las versiones se expandieron como un río, pues claro, nunca se pudieron encontrar los demás restos del hombre, y se dice que la asesina tampoco fue capaz de contar donde habían quedado. Lo cierto es que el desconcierto, la rabia, y el asco se impregnaron por todo el pueblo durante aquellos años, sin saber perfectamente si eran o no los pedazos de Don Antonio los que habían comido los trabajadores de Sewell.


EL "CHACAL DE AGUA MUCRE"


LEBU 1971


Así tituló en 1971 la entonces sensacionalista revista VEA a Luis Carril, minero del pique Victoria de Lebu que a dos meses de haber quedado viudo y con tres hijos pequeños se dio al alcohol, se retrajo en su mundo de dolor y una mañana en que volvía a su humilde casa después del turno nocturno (algunos vecinos que viven aún aseguran que vivía en calle Miraflores, justo donde comienza la subida al cerro) tuvo un arrebato de ira inesperado, prendió fuego a su casa, atacó a su hermana que le ayudaba a cuidar a sus hijos, haciendo que el fuego purificador de su resentimiento explosionara un galón de gas. Su hijo mayor de seis años logro arrancar hacia unos matorrales y escondido ahí vio cómo su padre, mataba a hachazos a su hermana bebe, y atacaba con la misma arma a su tía y a su hermana segunda. El padre no lo vio.


Cuando la policía llegó al poco rato encontraron la rancha destruida totalmente por las llamas y los restos de la pequeña infanta carbonizados entre la confusión, El, Luis Carril, trataba de enterrarse e arma homicida en la yugular, bajo la mirada escondida de su hijo Pedrito...Qué pasó después? La historia por ahora no nos dice nada.


Todo quedó en el olvido Han pasado más de cincuenta años. Sólo sabemos que el agresor fue apresado, pero tampoco sabemos cual fue su sentencia. Ah y para ilustrar: “Agua Mucre” es un sector de la ciudad de Lebu, ex puerto minero, en la Provincia de Arauco, dónde al parecer no pasa nada…Pero ya sabemos; nada es lo que parece.




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