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ELENA AZOCAR GARCÉS

Actualizado: 6 ago 2022

Folclorista y cuentacuentos infantiles. Pertenece al club de adultos mayores Aves Viajeras de Talcahuano, es socio del Centro de Amigos de la Biblioteca de Talcahuano, y pertenece a la Tertulia de los viernes.


Ha sido incluido en diversas antologías y revistas.

Publicaciones individuales:

Concordancias

Enyugando letras

La hormiga Mariquita

El correr del tiempo

Serafín el duende

A mitad de camino



LA FIESTA DEL CHANCHO

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En el pueblo de Chanchilandia andan todos muy entusiasmados porque se acerca la fiesta del chancho, están instalando una gran carpa pues en esta zona llueve mucho, las chanchitas preparan los fogones y las ollas, habrá guiso de zanahorias, verduras, tortillas de afrecho y también de barro porque piensan invitar a los camarones y conejos, contrataron los mejores conjuntos folclóricos para amenizar el evento.

Cuando llego el día se pusieron sus mejores trajes, ellos de huaso algunos muy elegantes y otros con chalailas y sombrero de paja ellas muy hermosas con sus vestidos de colores.

Empezaron a llegar los invitados primero los camarones que saludaban a todos porque son muy amistosos:

Como esta comadre tanto tiempo sin verla

Lo más bien comadre y la familia

Bien no quisimos traer a los niños porque está muy helado y se pueden resfriar.

Luego llegaron los conejos con sus bellos trajes de pieles, blancos como la nieve, grises, café etc. Cuando se saludaban hacían mucho ruido porque golpeaban el suelo con sus patitas.

El papa chancho que era el alcalde del pueblo abrió el baile con la mama chancha y al son de la música de la Violeta Parra se mandaron un hermoso pie de cueca, luego cambio el ritmo, cumbias, valses y corrido. Salieron a la pista, los camarones daban gusto como movían la colita, mientras las conejas tan coquetas ellas abanicaban sus pestañas a los varones para que las sacaran a bailar.

En un rincón un cerdo abrazado con un camarón tomando un rico vaso de chicha, el camarón le decía:

Esta rica el chicha compadre y no se olvide que tiene que ir a mi fiesta que es como en quince días más, un conejo que estaba escuchando contesto:


Y después a la nuestra vamos tirar la casa por la ventana va a ser con tuti.

Y así hasta el amanecer.

Al otro día despertaron dos chanchitos debajo de la mesa y uno le decía al otro estuvo harto buena la fiesta amigo.

Luego desarmar y guardar todo hasta el próximo año.


MI COMEDOR NORMANDO

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La historia que voy a contar se remonta a muchos años atrás cuando estábamos recién casados, teníamos muy pocas cosas, y no teníamos comedor, un día llego mi esposo del trabajo y me dice “hay una mueblería que está rematando todo por cierre, vamos a ver si podemos comprar uno” había muchos muebles, pero nada nos gustaba. De pronto vimos un comedor Normando de un hermoso color café y todo labrado, dije ese es el que quiero.

Se componía de una mesa, un buffet y seis sillas, estábamos muy entusiasmados era nuestro primer comedor así que lo compramos,

Que emoción cuando llegó y lo instalamos en la pieza.

Desde entonces nos acompaña eso hace ya más de 50 años, nos ha visto crecer tanto en lo personal como en nuestra relación, ha visto crecer a nuestros hijos y en su mesa han estudiado desde que entraron a kínder hasta que salieron de la universidad.

Ha estado en todas nuestras celebraciones: aniversarios, bautizos, cumpleaños etc.

Ya está muy añoso y deteriorado, pero todavía sirve y no queremos deshacernos de él, las sillas ya no existen, pero la mesa y el buffet siguen en pie, muchas veces he pensado mandarlo a barnizar, pero pasa el tiempo y no lo hago y creo que nunca lo are, seguirá en casa y morirá junto con nosotros.


RIO ANDALIEN

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En mis recuerdos era fines de enero, nos preparábamos para salir de vacaciones, como otros años íbamos al puente N.6 en el rio Andalien por un mes, lo niños estaban chicos (5 y 6 años) éramos mi esposo mi hermano de 10 años nuestros hijos y yo.

Teníamos una pequeña carpa y los sacos de dormir dos frazadas unidas que yo cosía para cada uno, como no teníamos colchones debajo poníamos paja de trigo para que estuviera blandito, todo eso más los utensilios de cocina hacíamos unos paquetes bien apretados y para hacer el pan un horno que mi marido había hecho de un tarro.

Para movilizarnos tomábamos un bus puchacay que nos dejaba en Collao de donde salía el bus que llegaba hasta el puente N.7 A l subir contábamos los bultos y entre ellos a la niña que era la más chiquita y al bajar hacíamos lo mismo, ella todavía se enoja cuando se acuerda, nos instalábamos muy cerca del puente en la playa a metros del rio que en ese tiempo era bajito y sus aguas limpias y transparente.

El primer día era de trabajo quedaba todo ordenado, hacíamos una mesa con palos atravesados y amarrados, un pollo para cocinar, cuando terminábamos, todos a ponerse traje de baño y al agua, se sentía tan bien después de trabajar todo el día al sol.

En el lugar nos juntábamos con otra familia que llegaba en la misma fecha, pero ellos eran más numerosos. En la noche se traían troncos para la fogata, teníamos una lámpara Petromax de 500 bujías que alumbraba todo y mientras los hombres jugaban futbol nosotros con los niños tocábamos la guitarra y cantábamos, esto duraba como hasta las doce luego los futbolistas se tiraban al agua y a la cama.

Al levantarnos lo primero el baño en el rio luego un rico desayuno, mientras los niños jugaban, preparaba el almuerzo, en la tarde hacia el pan que no duraba nada porque se lo comían calientito con mantequilla. Al caer la tarde el trabajo era, los hombres a buscar leña y las mujeres cruzábamos el rio hasta una cascada de donde sacábamos el agua que ocupábamos en el día.

Fueron tiempos inolvidables, me acuerdo una vez cazaron un zorzal y me pidieron que lo cocinara, así que lo desplume lo limpie y lo eche al sartén, nos reímos mucho porque tuve que repartirlo como entre diez niños, uno toco una patita otro una alita, pero todos tocaron.

Una mañana se fueron de excursión hasta el puente N.7 salieron muy temprano al volver traían dos pollos listos para la olla, hicimos fuego y los pusimos a cocer, estuvieron todo el día hirviendo y no se ablandaban y como le echábamos agua a la olla también le poníamos sal, al final estaban tan salados que tuvimos que botarlos y nos quedamos sin comer.

Arriba de nuestro campamento Vivian unos campesinos que criaban abejas y justo en esta fecha cosechaban la miel, los niños iban a mirar y les daban unos paneles cargados de este exquisito dulce y llegaban comiéndolo, les chorreaba por el cuerpo y quedaban todos pegajosos, así que todos derechitos al agua con ropa y todo.

Una vez a la semana nos juntábamos con los vecinos e íbamos donde un señor que hacía chicha de manzanas, cuando llegábamos nos ponía un jarro de dos litros para que la probáramos y después volvíamos cargados de bolsas de manzanas y damajuanas de chicha.

Después de tantas aventuras llega el momento de volver a casa, hay que desarmar todo, mi marido lava las ollas en el rio las refriega con arena y las deja brillante, mientras nosotros desarmamos los sacos de dormir se lavan las frazadas y todo se guarda, así ponemos fin a nuestras vacaciones.




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