top of page
Buscar
  • Foto del escritorentre parentesis

Erick Soto Hernández

Escritor y Profesor de Inglés, oriundo de Concepción , nacido el 10 de noviembre de 1981.


-Miembro de comunidad literaria “Tertulia de los Viernes” en Talcahuano, Chile

-Miembro de comunidad literaria “Elite Skills”

-Ganador de Concurso literario de cuentos infantiles de municipalidad de Talcahuano, 2022



LA MANZANA Y LA PERA

Había una vez en un lugar remoto una pequeña manzana verde llamada Patty. Patty creció en un ambiente muy vivaz donde sus padres y sus ti@s siempre tenían disputas arduas con las demás frutas. Patty era muy sensible y quedaba impactada cada vez que su familia tenía alguna problemática con alguna fruta vecina. Un día, Patty conoció a una joven pera llamada Lucy, Lucy tenía un color verdoso con algunos lunares. Los padres de Lucy jamás estuvieron en disputa con las demás frutas y vivían en tranquilidad lejos de las eternas batallas que se formaban entre las manzanas y las otras frutas.

Patty y Lucy, con el tiempo, se volvieron las mejores amigas, solían dar paseos por los alrededores y disfrutaban la compañía ambas de bridaban. Siempre hablaban y se preguntaba porque las demás frutas estaban en constante conflicto. Patty admitía que su familia, por general tenía algo que demandar y nunca se sentían bien con los bienes que poseían, usualmente deseaban obtener más y más y no estaban conformes. Pensaba que su familia era un tanto egoísta y que solo aspiraban al bien de ell@s. Patty entendía que ella no había nacido en un hogar de mucha abundancia y que el árbol en donde vivía no era el más grande, pero le gustaba porque pensaba que al menos tenía donde vivir y que sus padres la querían.

Con el tiempo Patty y Lucy crecieron, sus conversaciones se tornaban cada vez más profundas puesto que comenzaban, cada una, a comprender, como el mundo a su alrededor funcionaba. Cuando entraron en la adolescencia Lucy comenzó a preocuparse más por su apariencia y cuando se reunía con Patty lucía un brillo poco común, un brillo que solo se podía conseguir en su imponente árbol. El árbol de Patty no obtenía tanto sol y no era tan grande por tanto Patty no siempre lucia tan radiante como Lucy.

A medida que pasaban los años y muy paulatinamente Patty fue desarrollando un cierto desagrado cada vez que veía a Lucy. Su radiante apariencia la incomodaba al punto de evitar las aventuras, que, en la niñez, eran a diario.

Poco a poco Patty fue forjando el mismo carácter de sus padres y familia. Con el paso de los años Patty adopto las mismas cualidades de sus parientes las demás manzanas y se convirtió en una manzana muy locuaz, tenaz y pocas veces admitía que estaba equivocada. Un día muy lluvioso todas las manzanas se confabularon y decidieron atacar al hermoso y codiciado árbol de peras. Fue como si la lluvia, por alguna extraña y mística razón, hubiese puesto a flor de piel aquella ira que siempre habían tenido pero que nunca se había sentido tan latente y feroz como aquella vez.

Al final del día, las peras, pese a su férrea defensa cayeron derrotadas a manos de las manzanas. Solo quedo una pera de las muchas que habitaban el gran árbol. Lucy había logrado escapar y se encontraba oculta junto al estero, lugar donde jugaban con Patty cuando eran pequeñas. Patty sabía muy bien donde Lucy se ocultaba y corrió en busca de su amiga. Cuando llego se abrazaron largamente. Lucy lloro todas las lágrimas que jamás lloro. Conversaron de lo que ocurrió, recordaron todas las miles de aventuras vividas durante todos los años de amistad.

Cuando llego la noche Lucy comenzó a escuchar murmullos que Patty desestimo “son típicos sonidos de las ranas, aves e insectos” dijo. Sin embargo, aquellos murmullos se escuchaban cada vez más cercanos. Lucy aterrorizada comenzó a correr. Sin embargo, al hacerlo se encontró con un grupo de manzanas que bloqueaban su paso. Al mirar hacia atrás. Lucy observó que la luna llena brillaba de forma vehemente. Patty se encontraba a las orillas del rio y el reflejo de la luna llena en el agua iluminaba su silueta casi como un foco en un escenario. En ese momento Lucy pudo apreciar que su antigua amiga lucia distinta. El color verde que la caracterizaba se transformó en un intenso rojo y su piel era, ahora, del mismo color que el de toda su familia.


ALISA Y ANTONIA


En quinto de primaria llegaron dos compañeras nuevas al curso: Alisa y Antonia. Ellas vivían en un hogar de menores que estaba ubicado justo en frente del colegio en donde yo estudiaba. Para mí era novedoso tener compañeras que provenían de un hogar puesto que, hasta ese entonces, no conocía a nadie que no viviese con sus padres o con un de ellos, al menos. Alisa, era un tanto baja, de pelo color castaño y usaba una melena. Tenía tez blanca y era bastante simpática. Había algo distinto en ella, eso sí, a diferencia de Antonia, Alisa no tenía vergüenza dar su opinión. Recuerdo que cuando Antonia y Alisa se integraron al curso llegue contándole a mi mamá sobre las compañeras nuevas que venían del hogar de menores. Mi madre me escucho con atención y me solicito que fuese amable con ellas. Además, tuvo la idea de enviarles colaciones. Había ocasiones en que les enviaba alguna fruta, un sándwich de queso o algo similar. En una oportunidad yo debía entregarle un pan con queso a Alisa y ella lo recibió, pero se acerca un poco más de lo normal y me dice “a mí no me gusta el pan con queso” yo quede impactado porque creía que a l@s niñ@s del hogar les agradaban todas las comidas. Aquel día, llegué a la casa corriendo y le comenté a mi mamá lo sucedido ante lo cual ella va y dice “uta´ que es regodeona”.


Antonia, como ya señalé, era bastante más tímida. Era de tez blanca pero un poco más clara que la de Alisa. Era tan blanca que parecía que nunca tomaba sol y que siempre estaba dentro de su habitación. También tenía el cabello castaño pero un castaño más claro que el de Alisa. Tenía una especie de melena, pero más larga de la de su compañera de hogar. Era un tanto más alta y bastante más delgada. Antonia solía sentarse en el primer puesto de la sala, a la derecha junto a la ventana y hablaba poco y nada. Cuando yo le entregaba la merienda, que mi mama le enviaba, ella solo decía “gracias” y agachaba la cabeza.

Un día Alisa y Antonia no llegaron a clases, lo que era muy extraño considerando que vivían en frente. Recuerdo que la profesora María Belén, nuestra profesora jefa, cuya tez era muy clara, ingresó a la sala con un rostro acongojado, más blanca que de costumbre, como si hubiese visto un fantasma. Por un largo rato la profesora se quedó muda. No sabía cómo comenzar. Ahora que hago remembranzas al respecto pienso que debió ser muy complicado para ella y para el colegio buscar la mejor forma de hablarnos sobre lo ocurrido. Éramos niñ@s y nunca se nos pasó por la mente que tal cosa pudiese ocurrir.


Cuando finalmente la profesora comenzó a hablar, luego de un par de suspiros y con los ojos llorosos nos dijo “chiquillos hubo un accidente” nos quedamos pálidos y hubo un silencio fantasmal que nos dejó los pelos de punta y con el corazón en la mano. “Hubo un incendio en el hogar de menores” contaba la profesora. Nosotros no lo podíamos creer. Aquellas cosas no pasan, pensábamos, mucho menos a personas que son cercanas a nosotros. “Alisa está bien, solo tiene una quemadura en un brazo” agregaba, ya casi al borde de las lágrimas. “Antonia …… falleció” nos relataba. En ese preciso instante fue cuando la profesora sale de la sala, suponemos, a colapsar en llanto.

En la sala, la mayoría de las niñas, en estado de shock estallaron en lágrimas. Por mi parte, sentí mucha pena, me arrime a mi mesa, con la cabeza agachada y quise llorar, pero me di cuenta que las lágrimas no salían así que me quede, un largo rato en esa posición, sin saber que hacer, sin saber cómo reaccionar y con la imagen de Alisa y Antonia en la mente. Jamás volví a ver a Alisa. El hogar de memores fue demolido, con el tiempo, actualmente un cuartel de carabineros, yace en aquel lugar.

El difícil saber porque ocurren ciertas cosas, es terrible pensar que una persona o incluso un animal pueda fallecer quemado. Siento que, es una forma horrible de partir. A lo largo de mi vida he tenido varias experiencias relacionas con la muerte, unas más trágicas que otras como relatare en otra oportunidad. Lo que llama profundamente mi atención al respecto, es la fascinación o el miedo exacerbado que muchos tienen a morir. Personalmente, no creo tener tal temor lo que muchas veces asocie a la idea de que mi vida no había sido tan fabulosa como me hubiese gustado, llena de viajes, aventuras y riquezas. Aun así, teorizo que, aunque que hubiese tenido tales experiencias, es probable, que mi pensamiento hubiese sido el mismo o me gusta pensar que así seria.




15 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page