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Marta Díaz Pereira

  • Foto del escritor: entre parentesis
    entre parentesis
  • 29 jun
  • 4 Min. de lectura

Marta Díaz Pereira, nació en Talcahuano, el 8 de marzo de 1968. cursó sus estudios básicos en la Escuela Superior de Niñas No 2 de Lebu. A los 9 años comienza a trabajar. En esta nueva etapa se acrecienta la necesidad de escribir, iniciada a temprana edad, para contar lo que sentía. En sus propias palabras: "escribía para no llorar", así no daba espacio para sucumbir a las burlas, dado el estigma de ser hija de Padres separados. A los 15 años Contrae matrimonio obligada por su madre y se traslada a vivir al sector rural llamado Trihueco. En 1995 se radica en Los Álamos y retoma sus estudios completando la Enseñanza media. Madre de 5 hijos, debió enfrentar diversas vicisitudes las que se acentuaron al separarse. En 2008 se incorpora a la Agrupación Social Cultural de Poetas y Escritores Sol Naciente, donde comparte su afición por la escritura; siendo electa secretaria de dicha agrupación. Ha participado en dos antologías: Voces en la Oscuridad (poesía) y " Cuentos para todos". Actualmente se desempeña como para docente en el Liceo Cristo Redentor de Los Álamos.


MESURA.


Cabalgo entre sábanas blancas

despeinado mis cabellos rizados,

con un murmullo saliente de mi boca,

circulo en silencio, me envuelvo

en sus manos invisibles en la intimidad

de mi habitación vacía,

pierdo la cordura en mis sueños.


Mientras le pongo rostro al aire

y los latidos de mi alma vuelan

a sus brazos humeantes

que arranca el vigor de mi piel.

Dejo que la dulzura y la paz del alma

calmen el canto de las sombras

del espíritu zigzagueante de nuestras pieles

hechizadas, reinventando el firmamento

vestido de azul con mis ojos somnolientos.


Lanzo bostezos dulces, quemantes

y al mismo tiempo se deshace el inmortal

despliegue de caricias dormidas,

extraídas y saboreadas en una copa de vino,

tras hacer volar la rabia, la tristeza

y la indiferencia de vivir, en la memoria

de la noche voraz que robó mis sueños.


TE ESCRIBO VIDA.


Desde mi alma te escribo vida para desnudar el corazón,

no hay otra forma de decirlo porque desde las entrañas ahí donde se anida la vida, está la conexión por quién he perdido la razón de existir.

Desde mi alma te escribo versos de melancolía, pinto la vida color rosa en conexión con mi mente aturdida, sonrisas, llantos, alegrías se van graduando día a día, invadida por el pensar que mañana será mejor.

Con mis manos añosas tomo mi pluma, acaricio las hojas y escribo una vez más el comienzo de una nueva historia, que solo existe en la fragilidad de mi memoria en noches de luna o en el atardecer de mis pupilas cansadas.

Desde mi refugio llamado alma escribo, te hablo sin decir nada, callo la ausencia del incógnito, guardo en silencio la soledad y cabalgo en la esperanza.

Camino por las calles deshabitadas masticando pensamientos oscuros, luego me abrazo, recuerdo escasos momentos hermosos, entonces hurgo en ese rincón de mi cuerpo llamado alma, te sigo escribiendo vida, los anhelos rotos, de nostalgias, de sueños que se quedaron dormidos y de tantas cosas alejadas que se vuelven experiencias para seguir viendo lo que llevo dentro.

Te agradezco vida, por darme la sonrisa, el don de soñar y ver más allá en medio de la adversidad, desde ahí te escribo vida.


FLORECER ENTRE LAS PIEDRAS.


En la penumbra de mi alma me atreví a ser, a confiar en las batallas de la vida, en las noches congeladas me atreví a florecer entre las piedras cansadas, me atreví a amarme bajo un cielo infinito, en la angustia y la incertidumbre

me atreví a sentir mi alma, a abrir un lado de mi puerta

me atreví a esperar el grito de mis lágrimas secas y cuando el silencio marcaba el reloj de mi corazón

un susurro herido marcó la tarde de otoño.

Entre estrellas fugaces me atreví a brillar sin miedo, cómo luz tenue de un faro en medio de la mar y sin miedo dejé que el viento acariciara cada grieta tallada de mi piel olvidada.

La desesperanza parecía perderse en el infinito,

una llama que se apaga en el camino se hizo eterna y aún en ese encierro demencial

me atreví a soñar, a ser yo, a reír y caminar por pedregales que masajean mis pies desnudos por el abismo de la esperanza.


SIMPLEMENTE.


Mientras la voz se perdía

bajo el manto de las camelias

mis luceros se fijaron

en el firmamento de una tarde de otoño.


Más el huerto seductor

de mi casa envejecida

escondía la poesía triste

de mi alma sin palabras.


Solo dejé que la mirada

introspectiva dejara

mi boca vacía suavizando

el dolor una y otra vez

sin conocer las palabras

que queman las entrañas.


Ama la poesía dije, lleva café

y dulces para deleitar las hojas...

Las hojas del cuaderno,

la servilleta o los boletos,

que más daba


Sentir afecto, sin decir nada,

o simplemente decir en una poesía

escrita a la luz de las velas,

que parecen llorar por ti...

la vida es vida de arco iris.


 
 
 

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