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V


Esta démarche, como dicen los franceses, puede ser considerada como una empresa moderna. No sólo a nivel de aeroplanos y rascacielos, la búsqueda inalcanzable por parte de los científicos del Rayo de la Muerte, cuyo secreto se dice que poseían los nazis. En muy cierto que en los estudios situados en Norteamérica, en Soho, Montréal viejo, las Rocky Mountains, los pintores producen una pintura fatigantemente abstracta, mientras el sol entra a raudales por los enormes ventanales. Todo artista que se precie debe habitar una gran casa atiborrada de todo tipo de objetos artísticos y culturales. Cuando se es famoso se pueden conceder entrevistas en esas casas. Así los periodistas tienen algo más de qué ocuparse, especialmente los reporteros gráficos. Porque a la postre-qué lata-todos los hombres somos iguales.


Es la post modernidad lo que hace a los jóvenes vestir de un modo tan llamativo mientras ejecutan la parábola de una violencia que en secreto detestan. La combinación del hit y de la imagen dejaría con la boca abierta a Bretón o al Marqués de Sade. Mirando los videos, Rimbaud tendría un entretenimiento mucho mejor que mirar postales y hojear catálogos de florerías.


VI


Parece que ya no tenemos la energía ni las ganas de arrugar todo esto como un kleenex, o como quien apaga un pucho. Mientras se tararea una música o se escucha, mientras se mira a la gente que entra y sale del café, para ver si viene algún conocido.

Porque no tenemos la necesidad de hacerlo y por eso mismo es que tenemos los medios de hacerlo, como el Roberto que se pasa el día en cama en Montréal mirando la tele, fumando, tomándose un traguito. Y yo le decía el otro día que leyera alguna cosa sobre la explotación en nuestros países y él decía "Esto lo sabe todo el mundo". Los hay que se levantan o se mueren. No nosotros, que somos como los saltamontes que siempre podemos pegar un salto (hacia otra tierra, hacia adentro). Siempre nos queda el olor del sexo, las delicadezas enervantes del afecto, que alumbran la oscuridad de la mente como luciérnagas de fuego. Hagamos un esfuerzo. Mira. Hagamos algo que sea. Ya no volveré a tocar temas trascendentales. Ya no hay asuntos trascendentales. Todo lo que aparece en los libros depende del editor y de lo que se dice en las aulas. Del presupuesto de la universidad. He traicionado tu confianza, parece, con esta última afirmación. Mejor terminemos antes de pasar adelante. Volvamos cada uno a nuestra posición inicial.


VII


Hay una nueva intención acurrucándose, como un feto prematuro, detrás del vértice que forma la intersección de los dos senos frontales sobre la nariz. Nuestra, es decir, de nosotros. Como que parece que llegó el tiempo de dejarse ir un poco loose, como se dice por aquí, o terminar con úlceras. No nos vamos a resignar a vernos atados de pies, o con anteojeras. No de manos, ya que en realidad no estamos haciendo nada. Es muy difícil poder incluso expresarse. Uno empieza aclarándose la garganta con la mejor de las intenciones, cuando ya los contertulios dejan que sus ternos se conviertan en corazas, y nos devuelven cada una de las palabras proferidas en forma de tábano o de cualquier bicho dañino. Más adelante se reunirán en conciliábulos, cuchichearán juntos, pese a ser los únicos en la sala de reuniones, y menos que nadie yo, para emitir juicios condenatorios. Luego el lunes, algunos de los más circunspectos mandarán algunas cartas prohibiendo la pronunciación (no pronunciamiento) de nuestro nombre, la escritura de nuestras iniciales, por cualquiera persona que se respete en los cuatro ángulos del mundo.



 
 
 

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