Ciborgina a lo mejor no sabe que las experimenta o a lo mejor no registra esas sensaciones, puede que sí, pero no lo da a entender, a lo mejor ella misma cree que solo existe para cumplir una función, se considera un poco medio máquina—con razón—pero se mira al espejo todas las mañanas o en los escaparates de las tiendas cuando camina por las calles. Ahora bloquea los impulsos de sus labios que esbozan esa sonrisa que casi por cuenta propia responde al guiño que el mensajero humano al irse le hace desde la puerta. A lo mejor él no sabe lo que ella es y entonces una casi ternura se insinúa y sube al córtex biomecánico de Ciborgina ante ese joven ágil y cimbreante, que podría ser su tataranieto.
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