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Foto del escritorJorge Etcheverry

Arrachere

Arrachere es el nombre de un país latinoamericano muy pequeño del que hasta hace poco yo ignoraba la existencia. Conocí casualmente a uno de los personeros del consulado que ellos van a abrir aquí en Ottawa, en un festival latinoamericano, cuando me comentó, frente al stand de un país que omito, “nosotros tenemos unos pastelitos casi iguales a éstos”. Cuando le pregunté de qué país era él, me dijo “de Arrachere”. “Ahh”, le dije. Se sonrió, se explayó un poco: “Mire, no se sienta mal si no sabe que existimos, no se crea que es el único, además de que nuestro pequeño tamaño, la ausencia de crisis, golpes de estado, catástrofes naturales, etc. no nos ayudan a tener mucha presencia en la prensa y la televisión, mucho menos en los medios de comunicación social, ya que como dicen en inglés “No newsisgoodnews”. Y es cierto. Para aparecer en la tele tiene que haber problemas. Más tarde, con algunos tragos y más confianza, le dije que por cierto el nombre Arrachera—como su país, pero con una “a”final—ere el nombre de un delicioso corte de carne en México, el SkirtSteak de por aquí, y que una persona arrechera, quería describir a alguien poseído o poseída por el deseo sexual, o caliente, como decimos en muchos países de Latinoamérica. A lo que me respondió que cómo andábamos por casa, miren que venir de una país que se llama ají, chile, pero también pico, como le dicen al órgano masculino no solo en Chile, sino en México. Al final nos despedimos amigablemente e intercambiamos direcciones electrónicas. Después de unos días me llegó un correo electrónico con una invitación suya. Querían darse a conocer.

Habían arrendado uno de los mejores locales públicos disponibles en esta capital—Ottawa—en el centro mismo del barrio diplomático, a un par de cuadras del Edificio del Parlamento. Al llegar, mi conocido estaba en la puerta, oficiando de recepcionista. “Hola”, me dijo “está llegando mucha menos gente de la que esperábamos, no hay nadie de los medios, ni siquiera están los diarios latinos”. Le respondí “Mire, no se preocupe, aquí la gente no es muy curiosa, además, como esta es una sociedad multicultural, ya no les llaman mucho la atención estos eventos de promoción de países, que aquí en la capital pasan todo el tiempo. A pesar de que aquí la gente viaja bastante, no saben mucha geografía”.

Una vez en el salón y al escuchar a un orador que desgranaba un moroso discurso, me enteré que el nombre Arrachere celebraba al fundador del país, noble y militar de origen francés, Ferdinand D'arracher, que lo había liberado después de una única y definitiva batalla con los soldados españoles, la mayoría de los cuales había optado por quedarse en el nuevo territorio independiente. D'arracher, D'arratxer, en su ortografía vasca—ya que el militar era vasco francés— vivió hasta pasados los noventa años y tuvo una vasta progenie. El mestizaje en el país careció de los terribles y cruentos momentos que se dieron en la miscigenación en el resto del continente. Además, no hubo guerras limítrofes, las formaciones naturales y cuerpos de agua que encerraban al territorio disuadían cualquier incursión exploradora o inmigrante y mantenían al país virtualmente aislado del resto del mundo. Al no contar con un recurso natural abundante y exportable, al contrario de la mayoría de los países del continente, que son básicamente monoproductores, el desarrollo de Arrechere fue lento pero uniforme, y lo mantuvo al margen de la voracidad del común vecino del norte y los europeos. La gran variedad de microclimas, sobre todo en sus sierras, la feracidad de sus suelos y la abundancia de su flora y fauna, hicieron al país poco menos que autosuficiente. Su poeta más importante, L. Prueba, que viajó especialmente a Ottawa para esta ocasión, leyó una oda a Arrechere, sus lagos y montañas, sus mujeres. Encontré el poema bello, pero muy lleno de modernismo dariano, un poco anticuado, aunque debo decir de paso que la poesía que yo llamo más “contemporánea” tiene cierta presencia en el Cono Sur y después se va como difuminando hacia el norte. La danza folclórica típica del país, interpretada por un conjunto que también voló directamente a este evento, se parece un poco a la cueca chilena, lo que denota, como en nuestro caso, cierta influencia negra, que en el caso de Chile se ha querido negar. Los bocadillos, sin embargo, recuerdan a la comida centroamericana, no falta una versión bastante curiosa de la empanada, si se quiere un poco seca, magra de carne y con mucho ajo y pimiento rojo.

De repente un grupo se retiró de la sala, encabezados por una mujer de cara ancha, pálida. “Los comunistas se van”, me susurró mi acompañante en voz baja. En un intermedio, entre la interpretación de un aria, de indudable origen italiano y otra danza folclórica, un hombre alto, afable, de cara más bien larga, entregó tarjetas a los concurrentes: aparecía su nombre, su cargo gubernamental y abajo “Partido Comunista de Arrachere”. Ante mi mirada interrogante, mi amigo me dijo “tenemos nuestras maneras para evitar que se agudicen los conflictos”. Entonces, y a propósito de escopeta, pensé en Andorra, nombre que me había vuelto a la mente por pura casualidad. Allí se produce un show de televisión llamado Sabiens donde se tratan todo tipo de temas esotéricos, controversiales, ocultos, etc. Si no me hubiera encontrado con ese nombre por casualidad, viendo en el Yahoo uno de sus programas sobre los Annunaki, es posible que Andorra hubiera desaparecido por completo de mi horizonte mental. Al comenzar, el locutor había dicho “Queridos oyentes, hoy hay un sol resplandeciente sobre Andorra”, y luego le preguntó a un periodista o investigador paranormal que venía llegando “Oye, Paquito, ¿y cómo andan las cosas por Europa?”.



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