O pantano
De miasmas exhalas
Un abanico intangible
Que nos retrotrae al vientre materno
Nos hiere las fosas nasales
Con el olor a comida podrida
O a los que la sabemos
Los hedores de la muerte
Pero también eriza los pelos de la nuca
Recorre con dedos sabios la espina dorsal
Hasta asentarse en el bajo vientre
Y la premonición muchas veces inconclusa
Del placer que se desborda
Húmedo
Así como la vida
Putrefacta y brillante
Te abres tú también como una herida ambigua
En el seno de la tierra
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