La paradoja de las estrategias vitales hace coexistir al voyerista que provisto de binoculares sigue a toda hora las alternativas de una cierta ventana no muy lejana de la suya donde figuras femeninas hermanas o amigas pasan por diferentes etapas de la desnudez sabiendo o no sabiendo que las miran--mientras en el café del primer piso un trío se junta a tomar alcohol y salir a fumar en la vereda para mimetizarse con el inmoral odiado occidente para alejar sospechas que puedan poner obstáculos a una vasta empresa de autoinmolación pero que no saben que quien los reclutó es quien maneja sus expedientes en una institución de seguridad—y lo regañan sus superiores porque el número de reclutas permanece tan reducido. Era una operación cazamoscas pero a este paso vamos a tener que contentarnos con estos puros tres.
Y el observador de los binoculares se siente asaltado por la inquietud, ¿porqué siempre que llega el momento crucial y alguna o las dos niñas debiera(n) terminar el proceso de desnudarse sacándose las bragas o los calzones, las pantaletas o como se llame, sale(n) de la pieza? Los senos ya no le llaman tanto la atención, su exhibición se ha hecho común. Un grupo de feministas topless aparecía en la tele en una manif en una ciudad de Francia. Y de repente lo asalta la idea que a lo mejor ellas saben y que lo provocan y se ríen de él. O quizás haya algún dispositivo instalado en un techo cercano que a su vez lo tome a él como espectáculo mirando ese espectáculo y entonces se le caen los binoculares—el Doble Agente se pregunta súbitamente suspendiendo la taza de café en el aire si a lo mejor el trío no crece porque ellos saben a su vez que los vigilan
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