Invernando en el confinamiento artificial pero bastante vivible que el Hemisferio Norte Desarrollado proporciona a gran parte de sus habitantes durante los días gélidos de los extremos inviernos aún no conjurados por el Progreso, la Tecnología, la doma y usufructo de la Naturaleza por los que bregaban, rezaban y sudaban los cristianos protestantes de todos los pelajes y más aún aquellos provenientes de sectas, profetas, escisiones, cenáculos y confraternidades de origen calvinista que veían en todo signo del éxito personal (material y monetario) una huella del dedo benévolo de la Divinidad. Todo como una bandada de pájaros ambiguos el eco de cuyo graznido percibimos a la distancia. Pero a lo que iba, el falso profeta estaba biding his time como se dice por aquí—inadvertidamente estoy señalando cosas que lamentaré más tarde, que mis persecutores sabrán aprovechar, por ejemplo esta confesión involuntaria de mi ajenidad y arribo tardío a ciertos parajes Haciendo tiempo como decimos nosotros en el Otro Hemisferio, preparando sus armas psicológicas, su discurso engañador, asimilando más aún a este medio su aspecto común y corriente de joven de apariencia imprecisa pero agradable y franca, con el que uno se podría topar sentado en un bus o en el metro, trabajando en un MacDonald’s o un Harvey’s o en la sucursal de su barrio del banco cuando va a pagar una cuenta. Bastándole y sobrándole para los menesteres del Diario Vivir los fondos a que nos referíamos antes, recolectados en variadas partes del mundo por manos maldecidas y abundantes en parajes sumamente reluctantes a toda imaginación occidental, incluso la nuestra que por otro lado no carece de límites ni mucho menos y que pese a lo que pudiera parecer nos hace guiños traicioneros revelándonos como invento, quimera, delirio o falsa memoria esos contenidos tan anecdóticos como vastos en los que basábamos nuestra próxima movida
Que se derrumba entonces como castillo de naipes o las piezas de ajedrez que vuelan por los aires junto con el tablero gracias al palmotazo irritado y súbito del mal perdedor
Pájaros oscuros y salvajes eran los que se agolpaban frente a su ventana o parecían anidar en los recovecos de concreto y hielo que proporcionaba el alero del techo—porque el Falso Profeta también tiene a su haber un cierto comando o alianza o pertenencia con una parte de ese todo (o a lo mejor nos parece) de la naturaleza que según las visiones maniqueas desde los Neandertal a estos días tendría dos caras, pero de la misma moneda, entonces él sería el sello y yo y nosotros la cara, o el revés y el derecho, concepción que obviamente no podemos aceptar
Pero el Falso Profeta y su incansable incalculable enemigo—así calificado porque él mismo quería creer que su persona social, cultural y ética encarnaba por así decir la inmensa mayoría de las personas individuales que conformaban las muchedumbres humanas encaminadas hacia su supervivencia bajo condiciones todavía humanas y en un pacto de equilibrio con la naturaleza y el resto del universo
No se lo puede culpar y yo menos que nadie, ya que en el fondo más o menos aislado en su tarea, bastante imprecisa por lo demás y que vagamente se enmarcaba—quería creer—en una concepción a la postre maniquea del bien que lucha con el mal—creo que ya he hablado de esto—común a todos los mitos y religiones, las interpretaciones históricas, incluso las más materialistas y científicas
Y es que el Falso Profeta posiblemente se hacía las mismas ilusiones—desde su lado de la cancha—como centro delantero y arquero de su equipo también esperaba que se pudieran meter más goles. Para él también las camisetas de sus jugadores eran blancas o del color que sea que en su cultura simboliza la pureza y las de los otros negras o desprovistas de color, forma o características reconocibles, en otras palabras la Nada, pero eso sería más bien fruto de una mente que se formó en un medio bastante sofisticado, digamos en un país de la Europa Occidental o en la universidad de alguna urbe latinoamericana, preferentemente del Cono Sur
Dime cuenta entonces que estaba desbrujuleado, que por seguir de la mejor manera posible mis impulsos, llevando por esa noción en la que esa cosa de la vitalidad, de los instintos, de obedecer a eso que se llama el inconsciente que nos penaba antes cuando la razón era ama y señora me lancé a escribir y a vivir en consonancia, una cierta cosa, en realidad no existía la vanguardia, no había existido nunca, se trataba de poder captar lo que estaba latiendo en los tropismos de todo un género, una especie, que ahora parecía que por fin se estaba encaminando a su extinción. Es que con un poqueque de masoquismo caído, con un ojo siempre puesto en la fuente de los morlacos, las menciones en artículos, las críticas donde convenía , pero al mismo tiempo haciendo sus numeritos, tomando, botándose a la bohemia para hacerse atractivos, los poetas estaban con el ojo al charqui para ver que podían sacar de todo esto
A eso no me ayudaba mi capacidad de meterme en toda clase de líos, ya sea de mujeres—debo reconocer que soy positivamente hetero—políticos, incluso cargando fierros cuando se suponía que había que cargarlos—y salir más o menos indemne hasta la otra vuelta, mientras mis coetáneos con menos dotes genéticas y un poco más lentos de sesera, o más vivarachos terminaban ya sea en la tumba o en las academias, con un buen pasar y con los galardones de las pasadas aventurillas para engalanar sus currículum
Llegado a la edad en que ya se avizora la mina definitiva, la muerte que se sigue representando a la femenina, con vestido largo y negro, delgadita decidí que había que buscar la madre del cordero, total los otros ya se estaban jubilando de las pegas y ya no podían tirar como antes, tomar como antes, incluso comer como antes se convertían en otros viejos como los otros más dejados de la mano de dios, con las mismas limitaciones y trataban de que les reconocieran el bolichito que se habían armado,los despelotes en que se habían metido, para ver si se les concedía un lugarcito en los libros de historia.
Algunos rememoraban con ternura, con lágrimas en los ojos, las andanzas juveniles y parecían querer decir que eran los mismos de antes, de los años bravos, pero no nos convencían y no se convencían ellos tampoco, pero nosotros, por nuestra parte y a medida de nuestras limitaciones, estábamos en las mismas
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