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Foto del escritorJorge Etcheverry

EL FALSO PROFETA III

Invernando en el confinamiento artificial pero bastante vivible que el Hemisferio Norte Desarrollado proporciona a gran parte de sus habitantes durante los días gélidos de los extremos inviernos aún no conjurados por el Progreso, la Tecnología, la doma y usufructo de la Naturaleza por los que bregaban, rezaban y sudaban los cristianos protestantes de todos los pelajes y más aún aquellos provenientes de sectas, profetas, escisiones, cenáculos y confraternidades de origen calvinista que veían en todo signo del éxito personal (material y monetario) una huella del dedo benévolo de la Divinidad. Todo como una bandada de pájaros ambiguos el eco de cuyo graznido percibimos a la distancia. Pero a lo que iba, el falso profeta estaba biding his time como se dice por aquí—inadvertidamente estoy señalando cosas que lamentaré más tarde, que mis persecutores sabrán aprovechar, por ejemplo esta confesión involuntaria de mi ajenidad y arribo tardío a ciertos parajes

Haciendo tiempo como decimos nosotros en el Otro Hemisferio, preparando sus armas psicológicas, su discurso engañador, asimilando más aún a este medio su aspecto común y corriente de joven de apariencia imprecisa pero agradable y franca, con el que uno se podría topar sentado en un bus o en el metro, trabajando en un MacDonald’s o un Harvey’s o en la sucursal de su barrio del banco cuando va a pagar una cuenta. Bastándole y sobrándole para los menesteres del Diario Vivir los fondos a que nos referíamos antes, recolectados en variadas partes del mundo por manos maldecidas y abundantes en parajes sumamente reluctantes a toda imaginación occidental, incluso la nuestra que por otro lado no carece de límites ni mucho menos y que pese a lo que pudiera parecer nos hace guiños traicioneros revelándonos como invento, quimera, delirio o falsa memoria esos contenidos tan anecdóticos como vastos en los que basábamos nuestra próxima movida


Que se derrumba entonces como castillo de naipes o las piezas de ajedrez que vuelan por los aires junto con el tablero gracias al palmotazo irritado y súbito del mal perdedor


Pájaros oscuros y salvajes eran los que se agolpaban frente a su ventana o parecían anidar en los recovecos de concreto y hielo que proporcionaba el alero del techo—porque el Falso Profeta también tiene a su haber un cierto comando o alianza o pertenencia con una parte de ese todo (o a lo mejor nos parece) de la naturaleza que según las visiones maniqueas desde los Neandertal a estos días tendría dos caras, pero de la misma moneda, entonces él sería el sello y yo y nosotros la cara, o el revés y el derecho, concepción que obviamente no podemos aceptar



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