Así como los moluscos encerrados en un acuario o un simple contenedor transparente orientan sus seudópodos o los organismos que les sirven para el sentido de la visión hacia donde sale el sol sin importar la latitud y longitud en que se encuentren. Los que pretenden el ejercicio del idioma castellano de manera no instrumental en estos países del norte desarrollado que se llaman, con más instinto que sentido, con más brújula que razón orientan su escritura y su misma identidad vacilante como la llama de una vela hacia las naciones exuberantes o áridas del sur que los vieran nacer, crecer y tratar de desarrollarse. Pero en esos países acariciados por una naturaleza más benigna y una humanidad más comunicativa se acumula, surge y se asienta generación tras generación de poetas y narradores, y el lenguaje evoluciona que es un gusto de un año para el otro, floreciendo en expresiones y modismos muchas veces de procedencia sajona y derivadas del prestigio del sistema económico mundial en que recién empiezan a poner el pie. A medias desorientado pero escéptico me dirijo hacia otros intereses. Me preocupa la nueva Edad Media que se cierne sobre nuestras cabezas capitaneada por los fundamentalistas cristianos y musulmanes, desde sus diversos y encontrados palacios gubernamentales o rituales, ayudados por otros jerarcas de otras iglesias que no voy a mencionar para no caer excomulgado, lo que sería una gran pena para mi madre muy católica que sigue con su paso firme, Dios mediante, adentrándose en las turbias aguas de la centuria. Me quita el sueño un poco la situación del planeta que según fuentes autorizadas podría colapsar en unos ochenta años y unos cien a lo más. Pero no es para tanto.
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