Las calles se despliegan semivacías, no importa desde qué centro de cuál de las ciudades. Las veredas soportan cada vez menos pasos y pesos. Por detrás de las nubes se suelta una andanada de pájaros. Los más viejos preferimos no mirar las pantallas desde las que—casi –nos culpan. La amenaza de cada nuevo detalle nos acecha en cada recoveco de la noche o del día. Gatos y perros nos miran desde sus idiosincrasias específicas y nos interrogan con los ojos: “Serán estas las últimas manos que nos acariciarán la guata y el lomo—Serán los postreros olores que nos asalten mientras buscamos un árbol o poste que marcar con nuestra orina”. Pero se supone que ellos—menos mal—no tienen conciencia, están atados al presente
Vacío urbano que avanza
Actualizado: 13 sept 2022
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